Autora: Ana Muñoz


Consulta: En ocasiones me encuentro en un estado como depresivo, todo me da ganas de llorar, pero no puedo llorar. La mayoría del tiempo pienso que van a ocurrir graves tragedias, me imagino que a mis seres queridos les sucede una u otra cosa terrible, pienso tanto en el futuro que ya he imaginado mil muertes posibles. Muchas veces he pensado tanto situaciones futuras como una infidelidad o un accidente que cuando eso ocurre no siento nada. Me preocupa que creo que en realidad mis reacciones son decididas y no emocionales. Sé cómo debería actuar y ahí lo hago, pero no siento en ese momento. A veces exploto muy fácilmente y otras tengo una paciencia infinita. ¿Es normal lo que me pasa, acaso necesito ayuda?

Respuesta: Por lo que comentas podría tratarse de un trastorno de ansiedad generalizada, que significa una tendencia a preocuparse por todo de un modo exagerado y durante la mayor parte del tiempo pensando en todo lo malo que podría pasar. O bien puede tratarse de algún problema de tipo obsesivo.

Cuando le das vueltas a tus preocupaciones una y otra vez durante mucho tiempo, no es extraño que acabes con esa sensación de no sentir nada, debido a que en esa “rumiación” excesiva estás dejando de lado tus emociones para centrarte exclusivamente en la razón.

Por tanto, necesitas empezar a estar más en contacto con tus emociones. Es decir, en vez de centrarte en dejar de pensar o en dejar de preocuparte (lo cual puede resultarte casi imposible), céntrate en desarrollar más tu capacidad para sentir. Por ejemplo, busca experiencias que te resultan gratificantes y te produzcan emociones positivas y trata de centrar toda tu atención en esas emociones, sintiéndolas plenamente. Crea situaciones a lo largo del día que te ayuden a sentir sin más. El simple hecho de saborear algo que te guste puede servir si te centras exclusivamente en las sensaciones (sabor, textura, aroma, bienestar que te produce, etc.)

Cuando te des cuenta de que estás pensando demasiado en alguna preocupación o tragedia, trata de cambiar eso por alguna experiencia que te ayude a sentir en vez de pensar, como darle un abrazo a un ser querido, acariciar a tu perro o gato, hacer ejercicio físico, comer un poco de chocolate o cualquier otra cosa que se te ocurra que sea más una experiencia de los sentidos que de la mente.

Todas estas experiencias que puedes ir acumulando a lo largo del día a día te servirán para estar más en contacto con tus emociones.

Trata de experimentar y centrarte también en estados emocionales positivos, como esperanza, gratitud y optimismo. Si fomentas estos aspectos en ti, te preocuparás mucho menos. La persona que ve el futuro con optimismo y esperanza no suele preocuparse mucho por todo lo malo que puede pasar y la gratitud nos ayuda a ver todo lo bueno que tenemos en nuestras vidas y a sentirnos mejor.

Para generar estos estados emocionales negativos tan solo céntrate en ellos. Puedes hacerlo en este mismo instante: trata de experimentar una sensación de esperanza y optimismo, aquello que sentiría alguien que sabe que todo saldrá bien, y siéntelo completamente dentro de ti. Haz una inhalación profunda e imagina que te llenas de esas emociones positivas.

Una persona puede generar cualquier emoción con tan solo centrarse en ella y desearlo. Es el gran poder que nos da la imaginación. Si lo haces con frecuencia, irás activando las áreas de tu cerebro encargadas de generar este tipo de emociones, de manera que cada vez predominarán más en ti. Al hacer esto, irás debilitando las áreas encargadas de preocuparte y de generar emociones negativas sin ni siquiera darte cuenta.