Autora: Ana Muñoz


El trastorno de estrés agudo se desarrolla cuando una persona ha vivido o sido testigo de un acontecimiento traumático. Es decir, un acontecimiento que implica un daño grave a esa persona o a otras o una grave amenaza para su integridad física o psicológica o la de otras personas. Por ejemplo, abuso sexual o físico, violencia doméstica, o bien ante sucesos como incendios, terremotos, accidentes de tráfico, etc. En respuesta a dicho acontecimiento, la persona reacciona con un intenso sentimiento de miedo, impotencia y desesperación.

El trauma psicológico es una respuesta normal ante acontecimientos extremos y dolorosos. Se cree que cuanto más directa sea la exposición al acontecimiento traumático, mayor es el riesgo de trauma emocional. No obstante, no es necesario experimentar personalmente dicho acontecimiento para desarrollar un trastorno de estés agudo, sino que ser testigo también puede provocarlo.

Para que se produzca un trastorno de estrés agudo (o postraumático) no basta sólo con vivir un suceso potencialmente traumático, sino que también es importante el modo en que la persona lo percibe. Cuando se experimenta con una sensación de falta de control e impotencia y la sensación de que no puedes hacer nada para controlar, evitar o modificar unos acontecimientos que son vividos como horribles, el riesgo de trauma es mayor.

Se considera que existe este trastorno cuando, tras la exposición a un suceso traumático, aparecen nueve o más de los siguientes síntomas, con una duración de entre tres días y un mes. Si los síntomas persisten después de un mes, se habla de trastorno de estrés postraumático (que es un trastorno que suele hacerse crónico sin tratamiento).

Síntomas

  • Recuerdos del suceso que aparecen en la mente sin desearlo ni poderlo evitar y causan malestar.
  • Sueños recurrentes o pesadillas relacionadas con el suceso.
  • Reacciones en las que el individuo reexperimenta lo sucedido como si estuviera pasando de nuevo, pudiendo incluso llegar a no ser consciente de la situación real en la que se encuentra.
  • Intenso malestar emocional o reacciones de ansiedad al ver algo que le recuerda el suceso traumático.
  • Estado de ánimo negativo, con incapacidad para experimentar emociones positivas como felicidad, satisfacción, amor, etc.
  • Sensación de que la realidad, el mundo o uno mismo es diferente. Por ejemplo, sensación de verse desde otra perspectiva, de estar aturdido o como “en una nube”, de que el tiempo pasa de un modo diferente, etc.
  • Incapacidad para recordar determinadas partes del suceso traumático (amnesia disociativa).
  • Evitación de los lugares, pensamientos, emociones, conversaciones o personas que le recuerdan lo sucedido.
  • Problemas de sueño, especialmente para quedarse dormidos o permanecer dormidos.
  • Irritabilidad, estallidos agresivos (con poco o ninguna provocación) que suele expresar mediante agresión física o verbal hacia personas u objetos.
  • Hipervigilancia y respuesta de sobresalto exagerada.
  • Problemas de concentración.

El trastorno suele ser más severo en casos en los que el suceso estresante ha sido algo interpersonal e intencional (por ejemplo, violación, tortura etc.)

En general, los síntomas pueden variar de una persona a otra pero casi siempre incluyen alguna forma de ansiedad y de reexperimentación del suceso. La forma más común de reexperimentación consiste en los recuerdos intrusivos y recurrentes del evento que suelen ocurrir cuando aparece algo que se lo recuerda (por ejemplo, el sonido de los petardos puede recordarle al de los disparos). Estos recuerdos van acompañados de una reexperimentación emocional (por ejemplo, sentir el mismo miedo que sintió durante el suceso), sensorial (como sentir el calor del fuego que sintió durante un incendio) o fisiológica (por ejemplo, experimentar la falta de aire que sintió cuando casi se ahoga).

La reexperimentación también se produce mediante flasbacks, que consisten en un estado disociativo en el que la persona vuelve a vivir lo sucedido como si le estuviera pasando de nuevo en vez de ser percibido como un recuerdo, dando lugar a un estrés y malestar intensos.

En algunas personas predominan más los síntomas de evitación (distanciamiento, problemas para sentir, amnesia de parte de lo sucedido etc.) pero también sienten una fuerte ansiedad cuando ven algo que les recuerda lo sucedido. Por el contrario, en otras personas predomina más la irritabilidad y agresividad.

Algunas personas no tienen recuerdos intrusivos del suceso; sin embargo, experimentan un fuerte malestar psicológico o ansiedad cuando son expuestos a algo que simboliza o se asemeja a lo sucedido o a parte del suceso (por ejemplo, entrar en un ascensor para una persona que fue violada en uno; un día de tormenta para una víctima de un huracán; la sensación de calor para una víctima de un incendio, etc.).

Las personas con este trastorno pueden tener incapacidad para experimentar emociones positivas o emociones asociadas con la intimidad, la ternura o la sexualidad pero sí pueden experimentar emociones negativas  como tristeza, culpa, vergüenza, miedo.

Los estímulos asociados con el trauma tienden a evitarse. Puede negarse a hablar de lo sucedido, recurrir al alcohol o las drogas para evitar el malestar, negarse a acudir al lugar donde sucedió el trauma o evitar interactuar con otras personas que también pasaron por lo mismo.

Es habitual que estas personas desarrollen también una mayor sensibilidad ante cualquier amenaza potencial, tanto las que están relacionadas con el trauma como las que no lo están (como tener un ataque cardiaco). También se sobresaltan con facilidad ante cualquier estímulo inesperado; por ejemplo, ante un ruido fuerte o el sonido del teléfono.

Los problemas de concentración son también bastante comunes e incluyen dificultades para recordar sucesos del día a día (por ejemplo, puede no recordar su propio número de teléfono), problemas para seguir una conversación o problemas para centrar su atención en una tarea.