Autor: Andres Almandoz Redneris, Psicoterapeuta, Licenciado en Educación, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.


Desde pequeños se nos inculca el valor del matrimonio y el de vivir en pareja, pero nadie nos enseña a ser o vivir en pareja. El proceso de la pareja comienza como un proceso individual de selección. Un individuo buscando conectarse física, emocional, intelectual y/o espiritualmente con otro.

En dicho proceso de selección entran en juego una serie de valores, presiones y expectativas, que el otro debe cumplir, inculcadas directa o indirectamente -primero por las necesidades propias- y luego por la religión, la televisión, la familia y la escuela. Producto de la presión social o familiar, a causa de un impulso emocional, o de una decisión consciente, casi todos, a la final, terminamos viviendo en pareja. Pero, ¿cuántos somos felices viviendo en pareja?, ¿cuántos somos capaces de mantener una relación de pareja satisfactoria? Las estadísticas demuestran que cada día más el índice de divorcio a nivel internacional tiende a incrementarse, con los respectivos aumentos en madres solteras e hijos abandonados.

Sin embargo, cuando seleccionamos a una pareja, generalmente lo hacemos de manera inconsciente y sin tomar en cuenta los factores que intervienen en tan importante decisión. Hablamos de “amor a primera vista” o de un “flechazo”, como si nuestra emocionalidad y nuestra inteligencia estuviesen desconectadas.

En el proceso de selección de pareja, el primer principio que hay que tener presente es que NO EXISTE LA PAREJA PERFECTA. Es por ello que, si no existe la pareja perfecta, el proceso de selección de pareja se convierte en primordial, donde no tienen cabida aspiraciones irreales y perfeccionistas. Pero entonces, ¿cómo saber seleccionar a nuestra pareja? Pienso que el proceso efectivo de selección se puede realizar en función de la definición de valores y anti-valores, es decir, de las características esenciales que buscamos en la pareja deseada, y aquellas que no podríamos soportar bajo ninguna circunstancia.

Todo ser humano es un conglomerado de cualidades y defectos, por lo que es importante determinar cuáles son las cualidades ESENCIALES y NECESARIAS que buscamos en otra persona con la cual queremos desarrollar y compartir un proyecto de vida. Asimismo, no podemos obviar el identificar y definir aquellos aspectos o conductas que no estamos dispuestos a tolerar en la relación, como por ejemplo, la existencia de violencia dentro de la relación conyugal, la manipulación o la mentira.

La mayoría de las personas que se encuentran en proceso de selección de pareja se sienten inicialmente atraídas hacia otra persona por su apariencia física y/o su personalidad. Sin embargo, ese proceso inicial, cuando es por atracción física generalmente está basado en eso que prefiero llamar “química”. Para sentir “química” hacia otra persona no es necesario tener un cuerpo perfecto, sino más bien experimentar esa sensación de atracción especial hacia otra la persona, independientemente de que sea alta o bajita, flaca o gorda, blanca o negra, ya que los criterios estéticos son subjetivos y personales.

Elementos que hacen duradera la relación: admiración y respeto

Si bien es cierto que la existencia de la química es importante para sentirse atraído hacia otra persona, las relaciones de pareja que están fundamentadas exclusivamente en la atracción física-sexual, están destinadas a desintegrarse rápidamente.

Es entonces cuando la presencia de otros elementos es requerida para establecer bases más sólidas en la relación de pareja. Me refiero aquí, por ejemplo, a la admiración y el respeto. La admiración, ya sea por las cualidades personales, espirituales y/o profesionales de la otra persona, sirve de base para el desarrollo del respecto, elemento fundamental en cualquier relación de pareja exitosa.

El respeto implica la capacidad que tiene cada miembro de la relación de aceptar las diferencias individuales, los valores no compartidos y los diferentes puntos de vista acerca de una misma realidad. Respeto también implica la ausencia de violencia física, emocional o sexual. Respeto involucra la capacidad y el esfuerzo de cada miembro para comunicarse abierta, sincera y honestamente, sin tener que mentirse el uno al otro.

La química, la admiración, el respeto y el tiempo invertido en la relación, son entonces elementos que permiten generar confianza, esa sensación de seguridad de que la persona que elegimos para acompañarnos en nuestro proceso de vida, es alguien de quien no tenemos que defendernos o protegernos, a quien no tenemos que dar explicaciones constantes por nuestras acciones y en la cual podemos encontrar aceptación, entendimiento e incondicionalidad. El tiempo invertido se refiere a la capacidad de la pareja de buscar solución a sus problemas y crear un contexto nuevo que contenga a ambos, para lo cual es necesario tiempo, interacción, conflicto y capacidad para lograr acuerdos. Los conflictos son positivos para la pareja, siempre y cuando culminen en acuerdos satisfactorios para la pareja, sin ventajismos ni manipulaciones.

El proceso de desarrollo de la confianza en la pareja es largo y, a veces, también doloroso. El miedo al rechazo, a la incomprensión, y a la mentira interfieren en su desarrollo. Es por ello que se debe emplear tiempo, energía y mucha apertura en la comunicación. Si es necesario, es recomendable buscar ayuda externa de un experto, para superar los obstáculos propios de este proceso, pero fundamentales para el desarrollo de una relación de pareja sólida y satisfactoria.

Si los elementos antes descritos constituyen la fundación para la existencia de una pareja satisfactoria, entonces el proceso de selección de pareja debe estar guiado por las variables antes descritas, de acuerdo a las manifestaciones propias de la interacción única que se genera entre dos personas, y respetando el ritmo propio de cada individuo y de la pareja misma.

Un ejercicio útil para seleccionar exitosamente una pareja consiste en cuestionarnos acerca de cuáles son ésas cualidades esenciales que necesitamos para convivir y crecer con otro ser humano, eliminando expectativas irreales y perfeccionistas y aceptando que, a la final, el amor es necesario, pero no suficiente, para vivir en pareja.

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