Autora: Ana Muñoz


A veces nos encontramos inmersos en situaciones que nos producen emociones negativas como nerviosismo, desesperación, ira, frustración confusión, etc. Podemos sentirnos, por ejemplo, presionados, enfadados, coaccionados, humillados, dolidos o hundidos y no sabemos bien cómo reaccionar de un modo adecuado, con calma y con seguridad, sino que nos dejamos llevar por las emociones, reaccionando de un modo que nos perjudica o del que luego nos arrepentimos o bien nos quedamos bloqueados sin saber qué hacer o qué decir.

Para que eso no suceda, estas son algunas estrategias y formas de reaccionar que puedes usar en esos casos:

1. No te precipites en tus conclusiones. A veces, nos vemos inundados por una ráfaga de emociones negativas porque hemos interpretado algo (ya sea un comentario, una reacción de otra persona o una situación) del modo más negativo posible. Trata de habituarte a no creerte lo primero que pase por tu mente ni aceptarlo como si fuera la única interpretación válida. Tan solo es la primera interpretación que se te ha ocurrido pero no significa que no hay otras o que sea la más válida solo porque se te ha ocurrido primero. Párate un momento y trata de pensar en otras alternativas posibles.

2. Di a los demás: “Pensaré en ello”. Cuando alguien te está presionando para que hagas algo o para que tomes una decisión y no sabes qué hacer porque no tienes claro cuál sería la mejor decisión o actuación, puedes sentirte abrumado por la presión y acabar accediendo a hacer algo que no deseas hacer o tomar una mala decisión por precipitarte. Y lo que es peor, luego te sientes culpable por haber caído en la trampa. En situaciones como esta, dile a la otra persona que lo vas a pensar y que le darás una respuesta más adelante. Así tendrás el tiempo que necesitas para analizar los pros y los contras y determinar cuál es la mejor opción.

3. Sal de la situación. Si estás sintiendo ansiedad o nerviosismo, sal un momento de la situación y ve al baño para lavarte la cara con agua fría. La sensación de agua fría en tu cara hará que te calmes rápidamente. Seguramente lo has visto en más de una película y la verdad es que funciona. De hecho, reduce la frecuencia cardiaca entre un 10 y un 25 %. Otra estrategia efectiva en estos casos consiste en respirar hondo y centrar toda tu atención en tu respiración, notando cómo entra y sale el aire de tus pulmones y sacando cualquier otra cosa de tu mente durante un momento, como si no existiese nada más en el mundo que tu respiración.

4. Cuando cae tu autoestima. Si te sientes hundido, inferior o ves que tu autoestima está cayendo en picado, cambia tu postura corporal (que seguramente será también una postura hundida) por otra más expansiva: más erguido, con la cabeza más alta, ocupando más espacio. Es decir, adopta la postura que adoptaría una persona que se siente ganadora y orgullosa de sí misma.

5. Si ves que empiezas a enfadarte piensa: “Estoy empezando a enfadarme” para ser plenamente consciente de lo que sientes. A veces, esto es suficiente para calmarte. Si no es así, puedes decírselo directamente a la otra persona, con calma y sin levantar la voz: “Me estoy empezando a sentir enfadado por lo que estás diciendo/por tu modo de actuar/ por tu modo de hablarme, etc. En la mayoría de los casos, eso bastará para que la otra persona cambie de actitud o te pida disculpas.

6. Si te sientes impotente porque estás en una situación difícil que crees que no sabes cómo manejar o de la que no sabes cómo salir y te estás empezando a desesperar o asustar, repite para ti varias veces: “Puedo pensar y encontrar una solución. Puedo hacerlo”. Puedes usar además las técnicas comentadas para la ansiedad. Después, una vez que te has calmado un poco, ponte a pensar en soluciones posibles. Es decir, adopta una actitud de solución de problemas (como si activaras tu mente para ponerla en el “modo de pensar” y desactivaras el “modo de sentir”) y analiza tus opciones, el mejor modo de actuar, los recursos con los que cuentas, etc., hasta dar con la solución al problema.

7. Contar hasta 10 funciona. Seguramente es una estrategia que ya has oído muchas veces pero no está mal tenerla en cuenta porque puede ser de gran utilidad cuando tus emociones empiezan a ser demasiado intensas y pueden empujarte a una reacción exagerada o cuando sientes un determinado impulso ante el que no deberías ceder.