Autora: Ana Muñoz
La hipertensión pulmonar no es una enfermedad en sí misma, sino más bien un síndrome clínico que puede deberse a múltiples causas, todas ellas con el denominador común de dificultar el paso normal de la sangre por los pulmones. La consecuencia final es el sobreesfuerzo del corazón derecho, que puede llevar a su fallo si la presión elevada no se controla a tiempo. Por ello, el diagnóstico precoz y el tratamiento adecuado de las enfermedades subyacentes son fundamentales para evitar complicaciones graves.
¿Qué es la hipertensión pulmonar?
La hipertensión pulmonar se define como un aumento anormal de la presión en la arteria pulmonar, específicamente cuando la presión media en esta arteria se eleva hasta alcanzar al menos una cuarta parte de la presión presente en la circulación sistémica (la circulación general del cuerpo). Es grave, ya que puede conducir a insuficiencia cardíaca del lado derecho (cor pulmonale) si no se trata adecuadamente.
Causas de la hipertensión pulmonar
Esta alteración hemodinámica suele estar asociada a enfermedades cardiopulmonares que modifican el flujo sanguíneo o aumentan la resistencia vascular en los pulmones. Estos cambios pueden deberse a un incremento del flujo sanguíneo pulmonar, a una elevación de la presión en las cavidades izquierdas del corazón, o bien a un aumento en las resistencias de los vasos pulmonares, dificultando el paso de la sangre desde el corazón derecho hacia los pulmones. Entre las principales causas de hipertensión pulmonar se encuentran:
1. Enfermedades pulmonares obstructivas o intersticiales crónicas
En patologías como la EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) o las neumopatías intersticiales difusas, se produce una alteración en el intercambio de gases y una reducción de los niveles de oxígeno en sangre. Esta hipoxemia desencadena una vasoconstricción (estrechamiento de los vasos sanguíneos pulmonares) como mecanismo de compensación. Sin embargo, cuando esta situación se mantiene en el tiempo, provoca un aumento persistente de la presión en las arterias pulmonares.
2. Cardiopatías congénitas o adquiridas
Las malformaciones cardíacas congénitas, como las comunicaciones entre cavidades (por ejemplo, la comunicación interventricular), pueden provocar un flujo sanguíneo anómalo desde el corazón izquierdo al derecho, lo que incrementa el volumen de sangre que llega a los pulmones. Con el tiempo, este exceso de flujo sobrecarga la circulación pulmonar y eleva la presión arterial pulmonar. También pueden causar hipertensión pulmonar ciertas valvulopatías (enfermedades de las válvulas del corazón) y miocardiopatías (trastornos del músculo cardíaco).
3. Tromboembolias pulmonares
En la embolia pulmonar, un coágulo bloquea una o más ramas de la arteria pulmonar. Esta obstrucción disminuye la superficie disponible para que la sangre fluya correctamente por los pulmones, lo que genera un aumento de la resistencia vascular y, por tanto, una elevación de la presión en las arterias pulmonares. Si estos episodios son recurrentes o no se resuelven adecuadamente, pueden dar lugar a una forma crónica de hipertensión pulmonar.
4. Enfisema pulmonar
El enfisema, una de las manifestaciones principales de la EPOC, implica la destrucción de las paredes alveolares, lo que conlleva también la pérdida de capilares pulmonares. Esto reduce la red vascular disponible para el intercambio gaseoso, lo que genera un aumento de las resistencias vasculares pulmonares. Como consecuencia, el corazón derecho debe bombear con más fuerza para mantener el flujo sanguíneo, lo que se traduce en una presión arterial pulmonar elevada.
5. Estenosis mitral
En esta valvulopatía, la válvula mitral (ubicada entre la aurícula izquierda y el ventrículo izquierdo) se estrecha, dificultando el paso de la sangre desde la aurícula al ventrículo. Esto provoca un aumento de presión en la aurícula izquierda, que se transmite retrógradamente hacia las venas pulmonares y posteriormente a las arterias pulmonares, elevando así su presión. Este fenómeno es típico de la hipertensión pulmonar postcapilar, relacionada con enfermedades del corazón izquierdo.
Consecuencias de la hipertensión pulmonar
La hipertensión pulmonar no solo altera la presión dentro de las arterias pulmonares, sino que tiene un impacto progresivo y significativo tanto sobre la estructura de los vasos pulmonares como sobre el funcionamiento del corazón derecho, en particular del ventrículo derecho:
1. Cambios en la arteria pulmonar
El aumento sostenido de la presión dentro de la arteria pulmonar genera una serie de adaptaciones estructurales: inicialmente, el vaso tiende a dilatarse para intentar adaptarse al aumento de presión.
Con el tiempo, si esta presión se mantiene elevada, se produce una proliferación de fibras musculares y elásticas en la pared de la arteria, lo que hace que ésta se vuelva más gruesa, rígida y menos distensible.
Estas modificaciones estructurales contribuyen a que la hipertensión se vuelva irreversible, ya que las arterias pierden su capacidad de relajarse adecuadamente y de adaptarse a los cambios del flujo sanguíneo.
Estos cambios también implican un empeoramiento progresivo de la resistencia vascular pulmonar, lo que agrava aún más la sobrecarga que debe enfrentar el corazón derecho.
2. Afectación del ventrículo derecho
El ventrículo derecho del corazón es la cámara encargada de bombear sangre hacia los pulmones. En condiciones normales, lo hace contra una presión relativamente baja. Sin embargo, en presencia de hipertensión pulmonar el ventrículo se enfrenta a una sobrecarga de presión, ya que necesita generar mayor fuerza para vencer la resistencia aumentada de los vasos pulmonares.
A corto plazo, puede compensar este esfuerzo aumentando su masa muscular (hipertrofia ventricular derecha), pero esta adaptación tiene un límite. A largo plazo, cuando el esfuerzo es excesivo y sostenido, el ventrículo comienza a fallar, ya que no está preparado anatómica ni funcionalmente para resistir este tipo de sobrecarga.
Este estado de insuficiencia del ventrículo derecho se traduce en una mala propulsión de la sangre hacia los pulmones y en una acumulación de sangre en el sistema venoso periférico, con síntomas como edemas en las piernas, aumento del tamaño del hígado e hinchazón abdominal, entre otros.
3. Cor pulmonale
Cuando la insuficiencia del ventrículo derecho es consecuencia directa de una enfermedad pulmonar crónica o de un trastorno funcional del pulmón que ha generado hipertensión pulmonar, se denomina cor pulmonale.
Es una complicación grave que aparece en enfermedades como la EPOC, la fibrosis pulmonar o la apnea del sueño. El cor pulmonale representa una etapa avanzada del daño cardiopulmonar, en la que ya no solo se ve afectado el pulmón, sino también el corazón derecho.
En resumen: la hipertensión pulmonar genera una cadena de consecuencias que comienzan con el daño a los vasos pulmonares, sigue con el esfuerzo del ventrículo derecho para compensar el aumento de presión y termina con una insuficiencia cardíaca derecha, especialmente si la causa original está en una enfermedad pulmonar. Por este motivo, es fundamental diagnosticar y tratar precozmente la hipertensión pulmonar y sus causas subyacentes.
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