Autora: Ana Muñoz
Una crisis epiléptica es un episodio de actividad eléctrica anormal en el cerebro que puede afectar temporalmente a la función cerebral y causar síntomas físicos y/o mentales. Las crisis epilépticas son el resultado de un "estallido" o descarga desorganizada de impulsos eléctricos en las neuronas del cerebro. La intensidad y la naturaleza de los síntomas dependen de la parte del cerebro afectada y del tipo de crisis. Muchas veces se manifiesta con pérdida del conocimiento y movimientos espasmódicos del cuerpo, aunque algunas crisis pueden consistir únicamente en una mirada fija, pasando fácilmente desapercibidas. Durante una crisis, pueden verse afectadas funciones como el movimiento muscular, la percepción sensorial, el comportamiento, las emociones, la consciencia, o varias de ellas a la vez.
Epilepsia
Si una persona tiene epilepsia, significa que ha tenido crisis epilépticas repetidas, ya que tener una sola crisis no implica necesariamente padecer epilepsia. Aproximadamente 1 de cada 20 personas experimenta una convulsión en algún momento de su vida que no se vuelve a repetir.
La frecuencia de las crisis en personas con epilepsia es muy variable. En algunos casos pueden pasar años entre una y otra, mientras que otras personas tienen crisis diarias. La mayoría se sitúa en algún punto entre estos dos extremos.
Convulsiones no epilépticas
Las crisis epilépticas se originan en el cerebro, aunque factores externos pueden desencadenar convulsiones. Por ejemplo, una fiebre alta puede causar una convulsión febril. Otras posibles causas de convulsiones incluyen la falta de oxígeno, niveles bajos de glucosa en sangre, ciertos medicamentos, tóxicos o una ingesta excesiva de alcohol. Las crisis provocadas por estas causas externas no se clasifican como epilepsia.
Tipos de crisis epilépticas
Existen dos tipos principales de crisis epilépticas: generalizadas y focales (también llamadas parciales). También existen otros tipos menos frecuentes. Si una persona tiene epilepsia, lo habitual es que experimente crisis del mismo tipo. Sin embargo, algunas personas presentan diferentes tipos de crisis a lo largo del tiempo.
1. Crisis generalizadas
Ocurren cuando la descarga anormal de impulsos eléctricos afecta a todo o a la mayor parte del cerebro. Por ello, los síntomas suelen comprometer gran parte del cuerpo. Algunos tipos comunes son:
Crisis tónico-clónicas (gran mal): son el tipo más conocido. La persona pierde el conocimiento, el cuerpo se pone rígido (fase tónica) y luego aparecen movimientos espasmódicos incontrolables (fase clónica). Puede haber incontinencia urinaria y mordeduras de la lengua o las mejillas. Tras la crisis es frecuente una fase de confusión y debilidad.
Crisis de ausencia (pequeño mal): son episodios breves, de pocos segundos, con pérdida del conocimiento sin convulsiones. La persona puede quedarse con la mirada fija y sin responder. Son más comunes en la infancia.
Crisis mioclónicas: consisten en sacudidas o contracciones breves y rápidas de uno o varios grupos musculares. Pueden ocurrir varias veces al día durante varios días.
Crisis tónicas: provocan rigidez muscular súbita, a menudo acompañada de caída al suelo. La persona puede perder el conocimiento.
Crisis atónicas: hay una pérdida repentina del tono muscular, lo que puede causar caídas inesperadas o que la cabeza caiga hacia adelante. Durante la crisis, la persona suele estar flácida y no responde.
2. Crisis focales (o parciales)
En este caso, la actividad eléctrica anormal se limita a una parte del cerebro. Los síntomas varían según la zona afectada, ya que distintas regiones del cerebro controlan funciones diferentes. Existen dos tipos:
Crisis focales simples: no hay pérdida de conciencia. La persona puede experimentar sacudidas en un brazo o una pierna, sensaciones extrañas (como hormigueo, un sabor metálico, o un olor peculiar) o alteraciones visuales o auditivas.
Crisis focales complejas: suelen comenzar en el lóbulo temporal, encargado de las emociones y la memoria, por lo que también se conocen como "epilepsia del lóbulo temporal". Durante la crisis, que puede durar entre uno y dos minutos, la persona puede realizar movimientos repetitivos sin propósito (como tocarse la ropa, caminar sin dirección, masticar o murmurar), tener emociones o sensaciones extrañas, miedo, visiones o alucinaciones. En general, hay alteración de la consciencia y amnesia del episodio.
Causas de la epilepsia
1. Epilepsia idiopática
En muchos casos, no se puede identificar una causa concreta para las crisis epilépticas. Las descargas eléctricas anormales en el cerebro ocurren de forma imprevisible y, a menudo, no se sabe por qué aparecen ni por qué persisten.
Se cree que los factores genéticos pueden influir en algunos de estos casos. Las personas con epilepsia idiopática generalmente no presentan otras alteraciones neurológicas y, en muchos casos, responden bien al tratamiento con medicación antiepiléptica.
2. Epilepsia sintomática
En otros casos, la epilepsia es consecuencia de una lesión o enfermedad cerebral subyacente. Algunas de estas causas están presentes desde el nacimiento, mientras que otras se desarrollan más tarde. Entre las posibles causas se incluyen las siguientes:
- Cicatrices cerebrales
- Traumatismos craneoencefálicos
- Infartos cerebrales
- Parálisis cerebral
- Síndromes genéticos
- Tumores cerebrales
- Infecciones del sistema nervioso central, como meningitis o encefalitis
Estas afecciones pueden “irritar” las neuronas cercanas, desencadenando crisis epilépticas.
Gracias a las técnicas de diagnóstico por imagen más modernas, hoy en día es posible detectar alteraciones que antes pasaban desapercibidas, como pequeñas zonas de tejido cicatricial o anomalías en vasos sanguíneos cerebrales. Esto ha permitido identificar causas en algunos casos que antes se clasificaban como idiopáticos.
3. Convulsiones psicógenas
Son episodios que pueden parecerse a una crisis epiléptica, pero no tienen origen neurológico sino psicológico. Se conocen como crisis no epilépticas psicógenas (CNEP) y representan aproximadamente el 20-30 % de los casos evaluados como epilepsia, especialmente en adultos. Estas crisis requieren un enfoque diagnóstico y terapéutico diferente, orientado a la salud mental.
¿Qué desencadena una convulsión epiléptica?
A menudo, no hay una razón clara por la cual ocurre una crisis epiléptica en un momento determinado. Sin embargo, algunas personas con epilepsia identifican ciertos factores desencadenantes que aumentan la probabilidad de que se produzca una crisis. Entre ellos se encuentran los siguientes:
- Estrés o ansiedad
- Uso de ciertos fármacos, como antidepresivos o medicación antipsicótica
- Falta de sueño o cansancio
- Comidas irregulares que pueden provocar una disminución de los niveles de glucosa (azúcar) en sangre
- Luces parpadeantes, como las de videojuegos o discotecas
- Periodos menstruales
- Enfermedades que cursan con fiebre, como la gripe o infecciones diversas
Diagnóstico
El diagnóstico de la epilepsia generalmente se realiza a través de una combinación de evaluación clínica, pruebas médicas y un historial detallado del paciente.
El primer paso es realizar una entrevista detallada con el paciente (y a menudo con los familiares) para obtener información sobre los síntomas, el tipo de crisis, la frecuencia, los posibles factores desencadenantes, y cualquier otro problema médico subyacente. El médico también revisará antecedentes familiares de epilepsia o trastornos neurológicos.
Es muy importante que el médico reciba una descripción detallada de las crisis epilépticas. Si alguien ha presenciado una crisis, esa información es fundamental para determinar el tipo de epilepsia. A veces, el paciente no es consciente de lo que ocurre durante la crisis, por lo que los testigos pueden ser fundamentales.
Examen neurológico. El médico llevará a cabo un examen neurológico para comprobar los reflejos, la coordinación, la fuerza muscular, la visión y otras funciones del sistema nervioso. Esto ayuda a determinar si hay daño cerebral o anomalías en el sistema nervioso.
Electroencefalograma (EEG): es una de las pruebas más comunes para el diagnóstico de la epilepsia. Mide la actividad eléctrica del cerebro y puede detectar patrones anormales de actividad cerebral que sugieren epilepsia.
Estudios por imágenes. Las pruebas de imágenes cerebrales pueden ser necesarias para identificar anomalías estructurales en el cerebro que podrían estar causando las crisis. Las dos pruebas más comunes son resonancia magnética y tomografía computarizada
Pruebas de laboratorio. En algunos casos, los médicos pueden solicitar análisis de sangre para descartar infecciones, desequilibrios químicos, niveles bajos de glucosa o alteraciones en otros parámetros metabólicos que puedan estar contribuyendo a las crisis.
Tratamiento
El tratamiento de la epilepsia tiene como objetivo controlar las crisis epilépticas, mejorar la calidad de vida del paciente y reducir la frecuencia e intensidad de los ataques. Este tratamiento varía según el tipo de epilepsia, la causa subyacente (si se puede identificar) y las características del paciente.
1. Medicación antiepiléptica. La medicación antiepiléptica es la forma más común de tratamiento. El objetivo de los fármacos es reducir la actividad eléctrica anormal en el cerebro que causa las crisis. Los medicamentos no curan la epilepsia, pero pueden controlar las crisis en la mayoría de los pacientes. Los ajustes de dosis pueden ser necesarios para encontrar la cantidad adecuada que controle las crisis sin causar efectos secundarios.
2. Dieta cetogénica. La dieta cetogénica es un tratamiento nutricional en el que se aumenta la cantidad de grasas y se reduce la de carbohidratos. Esta dieta ayuda a cambiar la forma en que el cerebro obtiene energía (utilizar grasa en lugar de carbohidratos), lo que puede reducir la frecuencia de las crisis en algunos pacientes, especialmente en aquellos que no responden bien a los medicamentos.
3. Estimulación del nervio vago. La estimulación del nervio vago es un tratamiento en el que se implanta un dispositivo bajo la piel del cuello que envía pulsos eléctricos al nervio vago, el cual se conecta con el cerebro. Este dispositivo puede ayudar a reducir la frecuencia e intensidad de las crisis en personas que no responden bien a los medicamentos. No cura la epilepsia, pero puede ser útil como complemento al tratamiento farmacológico.
4. Cirugía. En algunos casos, cuando los medicamentos no controlan las crisis y hay una zona bien definida en el cerebro responsable de las crisis, la cirugía puede ser una opción. La cirugía puede implicar la eliminación de la parte del cerebro que está causando las crisis, siempre que se pueda localizar con precisión y no afecte a funciones importantes. La cirugía se considera una opción cuando las crisis son graves y no se controlan con medicación, y las pruebas muestran que hay una zona cerebral localizada que causa las crisis.
5. Apoyo psicológico. El tratamiento psicológico puede ser útil para las personas con epilepsia, especialmente si experimentan problemas emocionales o psicológicos relacionados con su enfermedad. La terapia cognitivo conductual, por ejemplo, puede ayudar a las personas a manejar la ansiedad, el estrés y otros trastornos asociados con la epilepsia.
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