Autora: Ana Muñoz


Este artículo está basado en el libro del psicoterapeuta Robert Lawrence Friedman, "The healing power of the drum", donde describe las diversas aplicaciones del uso de tambores (tocados con las manos) como forma de curación. El sonido del tambor se ha utilizado para ayudar a veteranos de guerra a superar el trastorno de estrés postraumático, para el tratamiento de la ira y emociones negativas en adolescentes, o para liberar el estrés diario de ejecutivos, entre otras muchas aplicaciones.

A nivel médico, el uso de tambores se ha aplicado a la enfermedad de Alzheimer, para ayudar a estos pacientes a mejorar su memoria a corto plazo y para aumentar la interacción social. También se ha usado para ayudar a niños autistas a aumentar su atención.

No siempre es necesario utilizar tambores, sino que a veces basta un aparato que produzca un sonido rítmico, o una grabación de sonido de tambores o ritmos similares. Se han usado, por ejemplo, para ayudar a pacientes con Parkinson a recuperar el control del movimiento.

Como psicoterapeuta especializado en el uso de tambores, Robert Friedman dice haber sido testigo del "poder de los tambores para relajar a las personas tensas, aportar energía a quienes están cansados y sanar a los que están emocionalmente heridos". "También he observado la extraordinaria y consistente capacidad de los tambores para crear estados de euforia, inducir un trance ligero, promover el juego, liberar la ira y promover sentimientos de comunidad y unidad".

No obstante, señala Friedman, aún es necesario realizar diversas investigaciones que confirmen lo que muchos han experimentado ya: que el ritmo en relación con el cuerpo y la mente aporta numerosos beneficios.

"En este siglo, en el que parecemos estar moviéndonos cada vez más lejos de nosotros mismos y de nuestras necesidades más profundas, el tambor, a través de su simplicidad, facilidad de uso y naturalismo, nos ofrece un vínculo de vuelta a aquello que conocíamos antes de que la tecnología nos separara de nuestra alma".

"Al proporcionarnos un canal de vuelta a nuestra naturaleza más profunda, el tambor, simultáneamente, proporciona a quienes lo usan un vínculo con los demás. El tambor parece tener la capacidad de unir a todas las personas que deciden usarlo juntas".

Se ha visto que tocar los tambores es la actividad perfecta para personas que tienen sus capacidades físicas y mentales disminuidas. Por este motivo, se ha utilizado en personas con la enfermedad de Alzheimer. Debido a que el ritmo es algo intrínseco a nuestra naturaleza, las personas con esta enfermedad pueden tocar ritmos sencillos con sus manos en un tambor. Tocar el tambor parece centrar a los enfermos de Alzheimer momentáneamente, de manera que se muestran más coherentes. Aunque esos episodios son breves, son muy apreciados por sus seres queridos.

Tocar el tambor con las manos ha demostrado también ser un medio muy útil para reducir el estrés. Cuando una persona está tocando, no solo está divirtiéndose, sino que su mente está centrada en el ritmo y el sonido del tambor, y su mente queda libre de preocupaciones y problemas. Muchas de las fuentes de estrés proceden de pensamientos acerca de miedos o preocupaciones pasadas o acontecimientos futuros.

Es decir, la persona estresada se encuentra en la pasado o en el futuro. Por este motivo, cuando una persona está centrada en el presente, mediante el uso de los tambores, es estrés y las preocupaciones desaparecen. "Es muy difícil estar estresado y estar en el momento presente", dice Friedman.

Tocar el tambor aumenta las ondas cerebrales alfa

La actividad cerebral puede medirse con un electroencefalograma, aparato que mide los cambios en la actividad eléctrica de las neuronas (células cerebrales).

Esta actividad se muestra en forma de ondas en una pantalla. Estas ondas son diversas y cambian en función del grado de actividad cerebral.

Las ondas alfa aparecen cuando una persona está despierta, pero con la mente relajada. Están relacionadas con sentimientos de bienestar y euforia.

El psicólogo Barry Quinn ha estado investigando y trabajando para incrementar la cantidad de ondas alfa en personas estresadas.

Entre sus conclusiones destacan las siguientes:

- Al menos un 20% de la población no muestra ondas alfa. Estas ondas se producen cuando el cerebro se relaja ligeramente (un patrón de entre 8 y 12 ciclos por segundo en sus ondas cerebrales). La mayoría de las personas deberían producir este patrón cuando cierran los ojos y relajan su mente. Durante media hora de meditación trascendental, una persona pasa 20 minutos en estado alfa y 10 minutos en estado theta (4-8 ciclos por segundo).

- El estado alfa está asociado con un estado general de bienestar y euforia. Las personas con una alta amplitud de ondas alfa son capaces de producir más sueños lúcidos.

- Las personas con poca o ninguna actividad alfa sufren mucho más estrés mental que el resto de las personas.

- Existen personas que no tienen ninguna actividad alfa y que además tienen una baja amplitud de ondas cerebrales de cualquier tipo. Estas personas constituyen entre el 30 y el 40 % de las personas tratadas por el doctor Barry Quinn. Se trata de personas hipervigilantes. Es decir, son personas que no pueden desconectar su actividad mental por mucho tiempo. Siempre están pensando en algo. Les cuesta mucho olvidar asuntos emocionales y tienden a obsesionarse con ellos. Tienen problemas para relajarse y numerosos trastornos del sueño. Por tanto, cualquier cosa que aumentara su actividad alfa podría ser muy beneficiosa para ellos. Muchas personas con este patrón de actividad cerebral se convierten en alcohólicos y se vuelven altamente adictos de un modo que les hace muy difícil dejar de beber.

- En personas con dolor crónico, la cantidad de ondas alfa que muestran es un indicador de cómo van a manejar el dolor. Si no están manejando el dolor adecuadamente o si se centran demasiado en él, perderán ondas alfa.

El doctor Quinn intentó durante mucho tiempo encontrar el modo de incrementar las ondas alfa de las personas hipervigilantes. El biofeedback conseguía producir ondas zeta similares a las de la relajación, pero no ondas alfa. Tampoco la meditación, que generalmente suele aumentar las ondas alfa, parecía funcionar en estas personas. Entonces decidió medir las ondas alfas de un pequeño grupo de estos pacientes para hacer una línea base y luego les pidió que tocaran el tambor con las manos durante media hora. Les dijo que tocaran un ritmo suave y lento, similar al latido del corazón.

No todas las personas siguieron estas instrucciones. Algunos usaron un ritmo muy emocional y expresivo; otros sintieron dolor debido a la fibromialgia que padecían, pero el 50 % de los pacientes obtuvieron una cantidad normal de ondas alfa tras media hora tocando, lo cual significa que sus ondas alfa llegaron a ser el doble que en la línea base. Esto ocurrió inmediatamente. Es decir, no tras varias sesiones, sino después de la primera vez que tocaron los tambores.