Autora: Ana Muñoz


Un aspecto importante de la búsqueda de la identidad es la necesidad de independizarse de los padres. Las relaciones con personas de su misma edad se vuelve especialmente importante y los adolescentes dedican gran parte de su tiempo libre a pasarlo con personas de su edad, con quienes pueden identificarse y sentirse cómodos.

Aunque tiende a considerarse que los adolescentes suelen rebelarse ante los padres, lo cierto es que el rechazo de los jóvenes hacia los valores de los padres suele ser parcial, temporal o superficial, pues los valores de los adolescentes tienden a permanecer más cerca de sus padres de lo que suele creerse. Aunque pueden darse algunos conflictos, la mayoría de los adolescentes tiene una relación positiva con sus padres, comparte sus valores en temas importantes y valora su aprobación.

Los adolescentes se encuentran en un estado de tensión constante debido a la necesidad de independizarse de sus padres y su dependencia de ellos. Y los padres suelen vivir un conflicto similar, pues desean que sus hijos se independicen al tiempo que desean conservarlos dependientes. Como resultado, pueden darles a sus hijos mensajes dobles, pues dicen una cosa pero comunican la opuesta con sus acciones.

Las diversas investigaciones realizadas indican que solamente entre el 15 y el 25 % de las familias tiene conflictos importantes con sus hijos adolescentes y, por lo general, los conflictos han aparecido antes de que los hijos lleguen a la adolescencia.

En la mayoría de los adolescentes, los conflictos con los padres suelen estar relacionados con temas de la vida cotidiana, como las tareas domésticas, los estudios, los horarios, las amistades, etc. Al final de la adolescencia, el conflicto es más probable cuando se trata de temas relacionados con el consumo de alcohol o la sexualidad. Por lo general, la discordia aumenta a comienzos de la adolescencia, se estabiliza hacia la mitad de esta etapa y disminuye después de que el adolescente ha alcanzado los 18 años.

Los padres han de encontrar el equilibro entre dar a sus hijos suficiente independencia y protegerlos de su inmadurez. Si la independencia emocional de la familia se da demasiado pronto puede tener consecuencias negativas, como aislamiento del adolescente, influencia de compañeros negativos, comportamiento insano, consumo de drogas o actividad sexual prematura.

No obstante, es importante que los padres permitan a sus hijos asumir algunos riesgos. Emprender alguna actividad nueva, enfrentar un nuevo desafío, hacer nuevos amigos, aprender alguna habilidad difícil o resistir la presión de los compañeros son retos que llevan al crecimiento.

El tipo de paternidad que parece aportar el mejor equilibrio es la democrática, pues ofrece aceptación y calidez, capacidad para actuar según normas y valores, deseo de escuchar, explicar y negociar, otorgar autonomía psicológica y animar a los hijos a formar sus propias opiniones. Los padres democráticos ejercen control sobre su hijo o hija pero no sobre su sentido de sí mismo o identidad. Conceder autonomía psicológica ayuda a los hijos a ser más responsables; la calidez en la relación ayuda a fortalecer la autoestima y las habilidades sociales, y el control del comportamiento les ayuda a controlar el comportamiento impulsivo típico de la adolescencia.

Los padres democráticos explican sus razones a sus hijos. De este modo reconocen que los adolescentes pueden evaluar las situaciones de manera inteligente. Cuanto más fuerte sea el interés de los padres en la vida de sus hijos, más probable es que estos logren metas más altas.