Autora: Ana Muñoz


Los niños empiezan a moverse mucho antes de nacer. En el útero materno patean, dan volteretas, miran alrededor, sacuden sus brazos o se chupan el pulgar. Estos movimientos son simples y están controlados por la subcorteza cerebral. Alrededor del cuarto mes, los infantes comienzan a hacer más movimientos deliberados.

Conforme se desarrolla su corteza cerebral, los bebés comienzan a aumentar el control sobre diferentes partes de su cuerpo. En cuanto aprenden una nueva habilidad, comienzan a practicarla de forma repetitiva, lo cual les permite mejorar la nueva habilidad. Por ejemplo, pueden tirar un objeto al suelo y pedir a sus padres que se lo vuelvan a dar para tirarlo de nuevo, y así una y otra vez hasta agotar a los padres. No obstante, esta repetición es una parte importante del aprendizaje, y la adquisición de una habilidad es la base para la adquisición de una habilidad más compleja después. Cuanto más practiquen, más pueden explorar, y cuanto más exploren más pueden aprender.

Después de lograr control sobre los movimientos separados de sus brazos, piernas, manos y pies, los niños podrán realizar todos estos movimientos juntos para caminar.

Los niños no necesitan que nadie les enseñe a gatear o caminar; solo necesitan un lugar para moverse y donde poder actuar libremente. En cuanto su sistema nervioso, huesos y músculos adquieren la madurez suficiente, los bebés son capaces de caminar.

Los recién nacidos nacen con el reflejo del agarre. Si se toca la palma de su mano con el dedo, ellos agarran con fuerza el dedo. Alrededor de los tres meses, la mayoría de los bebés pueden agarrar un objeto de un tamaño mediano, como un sonajero, pero no pueden sostener un objeto pequeño. Poco después, se pasan el objeto de una mano a otra y más adelante sostienen objetos pequeños, aunque no los agarran.

Entre los 7 y 11 meses de edad, pueden usar los dedos como pinzas para agarrar un objeto pequeño, como un guisante. A los 14 meses, el bebé promedio puede construir una torre de dos cubos y casi tres meses antes del tercer año, puede copiar un círculo bastante bien.

Pasados los tres meses de edad, el infante promedio comienza a rodar a propósito, primero de adelante hacia atrás y luego de atrás hacia delante. Puede sentarse sin apoyo antes del quinto o sexto mes y puede sentarse sin ayuda dos meses después.

Al hablar del infante promedio no queremos decir que todos los niños alcancen la habilidad mencionad a esa edad, sino que el 50 % la adquiere antes y el 50 % restante la adquiere más tarde.

Hacia el sexto mes, los bebés pueden desplazarse en formas primitivas: acostados boca abajo se mueven impulsándose con sus manos y pies; se desplazan mientras están sentados mediante sacudidas; caminan colocando sobre el suelo manos y pies o gatean, colocando sobre el suelo rodillas y manos. Hacia el noveno o décimo mes, se desplazan bastante bien usando esos medios.

Durante unos meses, practican la caminata agarrándose a los muebles. Luego comienzan a dar sus primeros pasos sin ayuda, sin ser aún capaces de quedarse parados de pie, dando algunos pasos, cayendo y gateando después hasta volver a levantarse. Poco después del primer año, los niños ya son capaces de caminar bien.

Durante el segundo año, comienzan a subir escalones de uno en uno. Antes de esto, son capaces de subir las escaleras gateando, por lo que conviene colocar puertas protectoras para evitar que se caigan por las escaleras. Más adelante aprenderán a bajar los escalones. En el segundo año, ya podrán correr y saltar. A la edad de tres años, la mayoría de los niños puede mantener el equilibrio sobre un pie durante un instante y algunos comienzan a saltar sobre un pie.

La importancia del gateo

La capacidad para gatear tiene un impacto psicológico importante. Los niños que gatean pueden moverse sin depender de los demás y la capacidad para gatear les da una visión nueva y diferente del mundo. Cuando van en brazos, los niños prestan poca atención a lo que hay a su alrededor.

En cambio, cuando gatean, se vuelven más sensibles para ver los objetos y los tamaños o formas que tienen. Comienzan a prestar más atención a las cosas, distinguen formas similares que difieren en color, tamaño y localización en el espacio. A los bebés les resulta más fácil encontrar un juguete oculto en una caja cuando gatean alrededor de esta que cuando se les lleva alzados.

Moverse por su cuenta les ayuda también a juzgar las distancias y percibir la profundidad. La percepción de la profundidad parece estar relacionada con la capacidad de los bebés para moverse, más que con la maduración biológica.

Los bebés gateadores tienen también una mayor capacidad para diferenciarse a sí mismos del resto del mundo. Además, trasladarse por sí mismos, sin depender de los demás, desarrolla el sentido de dominio sobre el mundo y aumenta la confianza en sí mismos y la autoestima.

La influencia del ambiente

El ambiente también desempeña un papel en el desarrollo motor de los niños. Cuando los niños están bien alimentados, reciben asistencia médica adecuada y tienen libertad física para moverse y poner en práctica sus habilidades motrices, su desarrollo es normal. Un ambiente deficiente en algunas de estas características puede retrasar su desarrollo motor.

Niños estudiados en orfanatos iraníes el 1960 (Dennis, 1960) presentaban un retraso en su desarrollo motor. Estos niños estaban casi todo el día tumbados en una cuna, no se les colocaba sentados ni sobre su estómago, no tenían juguetes y no se les sacaba de la cuna hasta los dos años. No obstante, este retraso parecía ser solo temporal, pues los niños más mayores de este mismo orfanato se movían y jugaban normalmente.

Por el contrario, investigaciones en las que se entrena a los niños a caminar, muestran cómo estos niños logran caminar más que los niños no entrenados. Por tanto, el entrenamiento en el desarrollo motor puede acelerar dicho desarrollo. Los bebés entrenados caminaron a los 10,12 meses de edad, mientras que los no entrenados comenzaron a hacerlo a los 12,35 meses.

Algunos padres ponen a sus bebés en andadores porque piensan que así los ayudan a caminar antes. No obstante, esto es un error, pues los andadores son responsables de muchas lesiones en la infancia.