Autora: Ana Muñoz


La etapa de las operaciones concretas

Hacia los siete años, los niños entran una una etapa del desarrollo que Piaget llamó etapa de las operaciones concretas.

En este periodo, los niños son menos egocéntricos y aplican principios lógicos para situaciones concretas (reales). Utilizan el pensamiento interno para solucionar problemas que encuentran en el momento presente (aquí y ahora). Manejan mejor los números, comprenden los conceptos de tiempo y espacio, distinguen la realidad de la fantasía y agrupan o clasifican objetos en categorías similares.

Sin embargo, en esta etapa sólo pueden pensar sobre situaciones concretas y reales, no pueden pensar en términos hipotéticos. Es decir, no pueden pensar sobre lo que podría ser sino solo sobre lo que es.

Las capacidades que los niños adquieren durante esta etapa son las siguientes:

Conservación

La conservación es la capacidad para reconocer que la cantidad de algo se conserva igual aunque cambie su forma, siempre que no se le haya añadido o quitado nada.

En un experimento típico, un investigador muestra a un niño dos bolas de plastilina idénticas y le pregunta si la cantidad de plastilina en las dos bolas es la misma. Cuando el niño dice que sí, el investigador cambia la forma de una de las bolas; por ejemplo, la alarga hasta hacer una salchicha. Entonces vuelve a preguntarle al niño si los dos objetos tienen la misma cantidad de plastilina. En la etapa anterior (preoperacional), los niños se guían por las apariencias y responden que no, diciendo que la salchicha contiene más plastilina. En cambio, los niños en la etapa de las operaciones concretas responden correctamente que la bola y la salchicha tienen la misma cantidad de plastilina.

En esta etapa, los niños comprenden el principio de identidad: saben que la cantidad de plastilina es la misma aunque tengan formas diferentes; entienden el principio de reversibilidad: saben que pueden volver a convertir la salchicha en una bola, recuperando la forma original; y pueden descentrar: pueden enfocarse en más de una dimensión a la vez (por ejemplo, la longitud y la anchura).

1. Conservación de la sustancia. Como acabamos de ver, los niños comprenden la conservación de las sustancia alrededor de los siete u ocho años de edad.

2. Conservación del peso. En tareas de conservación de peso, donde se les pregunta si la bola y la salchicha pesan lo mismo, no dan respuestas correctas hasta los nueve o diez años.

3. Conservación del volumen. Cuando deben juzgar si la bola y la salchicha desplazan la misma cantidad de líquido cuando se las coloca en un vaso lleno de agua, rara vez dan respuestas correctas antes de los 12 años.

Los niños de diferentes países, como Estados Unidos, Suiza o Gran Bretaña, alcanzan la conservación a edades diferentes, lo cual indica que la educación escolar ejerce una influencia.

Seriación

Los niños de esta etapa pueden organizar objetos de acuerdo con una o más dimensiones relevantes, como color (ordenar del más claro al más oscuro) o peso (ordenar del más pesado al más ligero).

Inferencia transitiva

Es la capacidad para reconocer una relación entre dos objetos tras conocer la relación entre cada uno de ellos y un tercero. Por ejemplo, se le presentan tres figuras: una amarilla, una verde y una azul. Se le muestra que la amarilla es más larga que la verde y que la verde es más larga que la azul. No se le muestra una comparación directa entre la amarilla y la azul, pero cuando se pide al niño que las compare, dice que la amarilla es más larga que la azul.

Clasificación

La capacidad para organizar objetos en categorías surge pronto en la niñez. Al principio, los niños clasifican los objetos sólo de acuerdo con una dimensión (por ejemplo, el color); después pueden clasificar los objetos de acuerdo con dos dimensiones (como color y forma). Durante la niñez intermedia, pueden clasificar su mundo para hacerlo más ordenado y comprensible.

Cuando sus capacidades de clasificación no están lo bastante desarrolladas, los niños son especialmente vulnerables a los estereotipos de género. Por ejemplo, si ve que un hombre es taxista, puede pensar que sólo los hombres pueden ser taxistas, porque no distingue ocupación y género como dos categorías diferentes, sino que las une. Por tanto, debe aprender a distinguir ambas categorías entes de aceptar que las mujeres también pueden ser taxistas.

Capacidad para las matemáticas

Los niños desarrollan sus propias estrategias para sumar o restar. Pueden contar con los dedos o utilizar un conjunto de cuatro monedas y otro de tres monedas para sumar cuatro más tres. 

Al principio, en la etapa anterior, cuentan las 4 monedas del primer montón, luego le añaden el montón de tres monedas y luego necesitan volver a contarlas todas de nuevo, empezando desde el 1 en vez de seguir desde el 5. Es hacia los seis o siete años cuando aprenden a contar de corrido. Es decir, comprenden que después de haber contado las 4 monedas pueden seguir con el 5 para contar las tres restantes.

La capacidad para sumar se desarrolla casi de forma universal. En un experimento realizado con vendedores callejeros brasileños entre 9 y 15 años, se les planteó el siguiente problema: "una cliente quiere comprar dos cocos. Cada coco cuesta 40 cruceiros. Ella paga con un billete de 500 cruceiros, ¿cuánto dinero le queda?" El niño cuenta a partir de 80 y llega a la respuesta correcta: 420 cruceiros. Sin embargo, cuando a este mismo niño se le preguntó en el colegio cuánto es 420 más 80, dio una respuesta errónea de 130; utilizó de manera incorrecta una serie de pasos que aprendió en la escuela para problemas de multiplicación.

Estos resultados indican que los niños pueden aprender conceptos matemáticos con facilidad de manera informal con situaciones de la vida real. Por tanto, en vez de plantear problemas en abstracto, como suelen hacer en las escuelas, puede ser más efectivo usar situaciones concretas y reales o aplicar conceptos de dinero para enseñar a los niños matemáticas.