Autora: Ana Muñoz


Consiste en una inflamación del apéndice. Su incidencia es máxima entre los 10 y los 35 años, aunque puede observarse a cualquier edad. En más de la mitad de la población, el apéndice tiene un extremo móvil cuya posición puede cambiar según los estados de contracción o dilatación del ciego, lo cual puede tener implicaciones clínicas.

En la mayoría de los casos, se produce por una obstrucción que suele estar ocasionada por un fecalito (masa de materia fecal dura y seca) y con menor frecuencia, por cálculos, tumores, cuerpos extraños o parásitos. La dieta rica en fibra disminuye las posibilidades de concentración de fecalitos.

Tras la obstrucción, el apéndice se inflama, produciéndose edema y exudados de fibrina. Esto puede resolverse de forma espontánea y evolucionar hacia la curación. En caso contrario, se producen erosiones de la mucosa con supuración. La mucosa sigue segregando líquido, lo cual hace que aumente la presión en su interior provocando su distensión. Esta distensión estimula las terminaciones nerviosas, lo cual da lugar a la aparición del dolor. A medida que la presión aumenta, el riego sanguíneo se ve comprometido, dando lugar a falta de oxígeno (hipoxia). Esto favorece la proliferación bacteriana y la ulceración de la mucosa. La hipoxia y la infección conducen a la trombosis de los vasos sanguíneos y a la gangrena y perforación del apéndice, que suele estar presente a las 24-36 horas de iniciarse el proceso.

Si al cabo de 48 horas de la aparición del dolor, el paciente no es intervenido quirúrgicamente, se origina una tumoración o plastrón apendicular, formado por el apéndice al que se adhieren el epiplón y las asas intestinales vecinas, que puede palparse fácilmente como una tumoración redondeada en la fosa ilíaca derecha (cuadrante inferior derecho). Este plastrón acaba transformándose en un absceso (acumulación de pus) que al romperse se abre a la cavidad peritoneal, generalizándose la infección, que puede provocar la muerte del enfermo.

En algunos casos el primer ataque de apendicitis puede resolverse espontáneamente para aparecer más tarde (apendicitis crónica).

Síntomas

La secuencia clásica de los síntomas es la siguiente: dolor abdominal, náuseas, vómitos, dolor a la presión en la fosa ilíaca derecha y fiebre.

El dolor es el síntoma más constante. Con frecuencia el paciente dice haber tenido problemas digestivos durante los dos o tres días previos.

En forma característica, el dolor aparece por la noche, en general en el epigastrio (inmediatamente por debajo del esternón) o alrededor del ombligo. Otras veces es difuso en todo el abdomen o, con menos frecuencia, se localiza directamente en la fosa ilíaca derecha. Es un dolor continuo, de intensidad moderada, que aumenta con la tos, los movimientos respiratorios o al andar y no cede al emitir ventosidades ni tras el vómito.

A las pocas horas, el dolor se localiza definitivamente en la fosa ilíaca derecha. Una mejoría brusca del dolor suele indicar perforación del apéndice. Con frecuencia puede observarse una ligera flexión de la cadera por irritación muscular. La extensión de la pierna derecha provoca un dolor intenso. Aproximadamente el 95% de los pacientes presentan pérdida de apetito, náuseas y vómitos.

El vómito no mejora las náuseas ni el dolor. La fiebre no es muy alta. La aparición de fiebre alta puede indicar la formación de un absceso.

La localización del apéndice y la edad del paciente pueden alterar sustancialmente el cuadro clínico descrito.

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Bibliografía:
- Medicina interna. Farreras, Rozman. Mosby/Doyma libros
- Patología estructural y funcional. Robbins. Interamericana-McGraw-Hill
- Manual de patología general. S. de Castro del Pozo. Masson
- Tratado de fisiología médica. Guyton. Interamericana-McGraw-Hill