Autora: Ana Muñoz


El tratamiento del trastorno bipolar consiste en medicación, psicoeducación y psicoterapia.

Medicación

El fármaco más utilizado es el litio, que es un estabilizador del estado de ánimo. Entre un 20 y un 40 % no responde a este tratamiento y cierto número de pacientes no lo tolera debido a los efectos secundarios. Con estos pacientes suele utilizarse otros fármacos diferentes.

Psicoterapia

Cuando se produce un episodio, la vida del paciente y de su familia puede quedar completamente dislocada y lo principal es volver a ordenar las cosas de nuevo.

El primer paso consiste en informar al paciente y su familia sobre esta enfermedad. Esto dará lugar a una gran cantidad de emociones, miedos e interrogantes que el psicólogo tendrá que ayudar a superar. Muchas personas tienden a negar lo sucedido, prefieren olvidar y actuar como si no hubiera pasado nada. Pero esto constituye un gran error ya que es muy probable que el episodio vuelva a repetirse y conviene estar preparados. El terapeuta tendrá que ayudarles a integrar esta experiencia y esto se logra promoviendo un diálogo familiar abierto. Durante la psicoterapia se ayuda al paciente a mejorar las estrategias de afrontamiento de acontecimientos estresantes (y a identificar dichos acontecimientos), manejar adecuadamente el estrés, entrenamiento en resolución de problemas, habilidades de comunicación, entrenamiento en el control de los impulsos, etc.

La terapia cognitiva es una de las más apropiadas para estas personas. Consiste en enseñar al paciente a controlar sus estados de ánimo y sentimientos de forma que sea capaz de cambiarlos en el momento en que detecte que están empezando a aparecer sentimientos o pensamientos inadecuados (cuando se acerca un episodio). Esto se consigue ayudando al paciente a ser consciente de cómo está interpretando los acontecimientos que suceden en su vida y de cómo esta interpretación influye en su estado de ánimo, al tiempo que se le enseña a detectar las interpretaciones no realistas y cambiarlas por otras más realistas que no den lugar a sentimientos exagerados.

En definitiva, lo más importante en el tratamiento psicológico es enseñar al paciente a detectar los primeros signos y enseñarle técnicas que pueda utilizar para controlarlos. Si además posee habilidades para manejar adecuadamente el estrés y resolver eficazmente los problemas de su vida, y utiliza la medicación adecuada, estará suficientemente equipado como para poder llevar una vida normal y productiva.

La influencia del ácido graso omega-3

El doctor Andrew Stoll, director del laboratorio de investigación psicofarmacológica en Harvard, estudia los efectos del ácido graso omega-3 en el tratamiento del trastorno bipolar. Mientras investigaban para encontrar otras alternativas al litio y fármacos semejantes, buscaron compuestos que tuviesen un efecto similar a ellos. Así fue como se toparon con el ácido graso omega-3. Comprobaron que su efecto era comparable e incluso superior al del litio u otros fármacos convencionales, pero sin ningún efecto secundario. Tras cuatro meses de investigación, solamente una persona de cada 14 que tomó omega-3 había recaído, mientras que en el grupo control (pacientes bipolares a los que les dieron aceite de oliva en vez de omega-3) habían recaído dos tercios.

Según piensa Stoll, los ácidos grasos omega-3 funcionan haciendo más permeable la membrana de las células nerviosas, lo cual permite que la transmisión del impulso nervioso de una célula a otra sea más adecuado. Por el contrario, las grasas saturadas vuelven las membranas menos permeables. En EEUU se ha visto que el aumento de los índices de depresión correlaciona con la disminución progresiva de omega-3 en la dieta a lo largo del siglo XX. Las personas deprimidas tienen menos cantidad de omega-3 en su organismo que el resto de las personas.

Los ácidos grasos omega-3 utilizados en la investigación proceden de aceite de pescados ricos en grasas, como salmón, sardina, caballa, arenque, atún y anchoas. El omega-3 procedente del aceite de linaza no es aconsejable porque puede ser peligroso en dosis altas.

Stoll y su equipo continúan realizando investigaciones sobre estos ácidos grasos en pacientes bipolares, deprimidos y autistas. La mayoría notan mejoría entre 1 y 3 semanas después de comenzar el tratamiento.

Creatividad y enfermedad bipolar

Se ha visto que ciertas formas de enfermedad psiquiátrica en una persona con talento puede fomentar su creatividad. Muchos han sido los grandes artistas que han padecido un trastorno bipolar. Entre ellos se encuentran Virginia Woolf, Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Dylan Thomas, Anne Sexton, Samuel Becketh y Sylvia Plath.

Virginia Woolf tenía depresiones profundas que aparecían en primavera. Se sentía fracasada, se negaba a comer y rechazaba toda compañía. Alternando con sus depresiones aparecían episodios de hipomanía o manía que podían llegar a tener síntomas psicóticos. En la primavera de 1941 se suicidó. Escribir le permitió tener control sobre su enfermedad y dar sentido al caos que poblaba su mente, siendo su escritura un ejercicio terapéutico, al tiempo que su enfermedad era también la fuente de su propia creatividad.

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