5. EL FACTOR PENSAMIENTO EN EL ÉXITO

Todo lo que el ser humano logra y todo en lo que falla es resultado directo de sus pensamientos. En un universo gobernado con justicia, en el que la falta de equidad significaría la destrucción total, la responsabilidad individual ha de ser absoluta. La debilidad y fortaleza de una persona, su pureza e impureza, son suyas, y de nadie más; son labradas por ella misma, y no por otro, y pueden ser alteradas sólo por ella, nunca por otro. Su condición es también suya y de nadie más. Su sufrimiento y su felicidad emanan de adentro. Como piense, así es; como siga pensando, así seguirá siendo.

Un individuo fuerte no puede ayudar a uno débil a menos que el débil desee ser ayudado. E incluso entonces, el débil ha de hacerse fuerte por sí mismo; debe, con su propio esfuerzo, desarrollar la fortaleza que admira en otro. Nadie más que él puede alterar su condición.

Ha sido habitual para el ser humano pensar y decir. “Muchos hombres son esclavos porque uno es opresor, odiemos al opresor.” Actualmente, sin embargo, hay una pequeña y creciente tendencia de invertir dicho juicio y decir, “Un hombre es opresor porque muchos son esclavos; despreciemos a los esclavos.” La verdad es que opresor y esclavo cooperan en su ignorancia, y, mientras parece que se dañan el uno al otro, se dañan a sí mismos en realidad. Un conocimiento perfecto percibirá la acción de la ley en la debilidad del oprimido y en el poder mal aplicado del opresor. Un amor perfecto, al ver el sufrimiento que ambos estados implica, no condena a ninguno; una compasión perfecta abraza a ambos, opresor y oprimido.

Aquel que ha conquistado la debilidad, y ha alejado de sí pensamientos egoístas, no pertenece a opresores ni a oprimidos. Es libre.

Una persona sólo puede elevarse, conquistar y alcanzar el éxito, elevando sus pensamientos. Sólo puede permanecer débil, abatida y miserable al negarse a elevar sus pensamientos.

Antes de que una persona pueda lograr cualquier meta, aun metas terrenales, debe elevar sus pensamientos por encima del esclavismo animal y el desenfreno. Si quiere tener éxito, no puede renunciar a todo egoísmo, necesariamente, pero, al menos, una porción debe ser sacrificada.

Un individuo cuyo pensamiento principal es de desenfreno animal no puede pensar claramente, ni planear metódicamente. No puede encontrar ni desarrollar sus recursos latentes y fracasará en cualquier cosa que emprenda. Si no empieza a controlar con valentía sus pensamientos, no está en capacidad de controlar otros asuntos y adoptar responsabilidades serias. No está preparado para actuar de forma independiente y por sí solo. Pero sólo lo limitan los pensamientos que él escoge.

No puede haber progreso ni logro sin sacrificio, y el éxito terrenal de un individuo se logrará en la medida en que sacrifique sus pensamientos animales y confusos, y concentre su mente en el desarrollo de sus planes y el fortalecimiento de su resolución y auto-confianza. Cuanto más elevados sean sus pensamientos, mayor será su éxito y más duraderos sus logros.

El universo no favorece al codicioso, al deshonesto, al depravado, aunque superficialmente a veces pareciera hacerlo; ayuda al honesto, al magnánimo, al virtuoso. Todos los grandes maestros de todas las eras han declarado esto de distintas maneras, y para probarlo y entenderlo el ser humano no tiene más que persistir en hacerse más y más virtuoso elevando sus pensamientos.

Los logros intelectuales son el resultado de un pensamiento consagrado a la búsqueda del conocimiento, o de la belleza y la verdad en la naturaleza. Tales logros pueden estar a veces ligados a la vanidad y la ambición pero no son el resultado de estas características; son el resultado natural de un arduo y prolongado esfuerzo, y de pensamientos puros y desinteresados.

Los logros espirituales son la consumación de aspiraciones divinas. Aquel que vive constantemente en la concepción de nobles y elevados pensamientos, que vive puro y desinteresado, se convertirá, tan seguro como que el sol alcanza su cúspide, y la luna llega a ser llena, en un individuo sabio y noble de carácter, y se elevará a una posición de influencia y buena fortuna.

El éxito, de cualquier tipo, es la corona del esfuerzo, la diadema del pensamiento. Con la ayuda del dominio de sí mismo, resolución, pureza, rectitud, y pensamientos bien orientados, asciende una persona; llevada por la irracionalidad, indolencia, impureza, corrupción, y pensamientos confusos, desciende.

Una persona puede elevarse a grandes hazañas terrenales, e incluso a sublimes altitudes en el mundo espiritual, y descender otra vez a la miseria al permitir que pensamientos arrogantes, egoístas y corruptos lo posean.

Las victorias obtenidas mediante el pensamiento correcto pueden ser conservadas sólo con vigilancia. Muchos cesan sus esfuerzos cuando el éxito está asegurado, y rápidamente caen en el fracaso.

Todo logro, sea en los negocios, intelectual, o espiritual, es el resultado de pensamientos orientados con definición, está gobernado por la misma ley y por el mismo método; la única diferencia es el objetivo.

Aquel que quiera lograr poco ha de sacrificar poco; quien quiera lograr mucho ha de sacrificar mucho; quien quiera lograr grandezas debe sacrificar grandemente.