Autora: Ana Muñoz


PRIMERA PARTE: LOS POSTERGADORES

En mayor o menor medida, todos tenemos que hacer tareas que nos resultan desagradables pero que son importantes y sabemos que tenemos que hacerlas tanto si nos gusta como si no. Muchas personas prefieren dejarlo para el día siguiente o para más tarde o para "cuando esté de humor".

Cuando esto sucede de forma habitual puede dar lugar a problemas en el trabajo o en los estudios. Algunos universitarios, por ejemplo, pueden acabar dejando la carrera debido a que parecen no encontrar nunca el momento apropiado para ponerse a estudiar. Y no realizar el trabajo a tiempo puede suponer problemas con los superiores e incluso arriesgarse a ser despedido.

A veces se trata de un estilo de vida

Muchas veces, esta tendencia a postergar ciertas cosas puede considerarse una manera más general de encarar la vida; una forma de ser que no se limita únicamente a tareas concretas y específicas que retrasamos hasta el último minuto, sino que puede presentarse también de forma más solapada, como seguir durante años en el mismo trabajo aunque no nos guste, no emprender actividades nuevas que nos gustaría hacer, "enfermar" cuando hay que hacer un trabajo desagradable, evitar las confrontaciones o la toma de decisiones, culpar a otros o a la situación ("es aburrido") para evitar hacer algo, tener grandes ideas y hacer muchos planes pero no llevarlos nunca a cabo, estar tan ocupados divirtiéndonos que no tenemos tiempo para hacer el trabajo importante o pensar que antes tienes que hacer tal o cual cosa, dándose la extraña coincidencia de que siempre surge algo que te impide realizar la tarea en cuestión mientras piensas que hay que ver lo liado/a que estás que no encuentras el momento para hacerlo.

El proceso: de la postergación a la ansiedad

Lo que principalmente busca esta persona al posponer una tarea es sentirse mejor al evitar (al menos momentáneamente) hacer algo que no le gusta o no le apetece. Pero, paradójicamente, a menudo ocurre todo lo contrario. El proceso sería más o menos el siguiente: empiezas diciéndote que lo harás mañana, cuando no estés tan ocupado/a. Pero al día siguiente vuelves a decirte lo mismo y lo vas retrasando cada vez más. Conforme pasa el tiempo empiezas a criticarte o a buscar excusas ("no sé cómo puedo ser tan vago/a", "tenía que estar con mis amigos o pensarán que no me intereso por ellos", etc.). Lo sigues retrasando hasta que no hay más tiempo y entonces no tienes más remedio que hacerlo a toda prisa y de cualquier manera o es posible que ya ni siquiera tengas tiempo. Te enfadas contigo mismo/a, te dices que eres idiota y te prometes que no va a volver a suceder, o bien piensas que en realidad no tenía tanta importancia. Después haces exactamente lo mismo con la siguiente tarea y el proceso se repite una y otra vez.

¿Por qué en vez de hacer una tarea desagradable lo antes posible prolongamos esta agonía un día tras otro?

¿Por qué algunas personas se comportan como si fueran adictas jugando a "quiero sentirme culpable y desgraciada por no hacer lo que tengo que hacer"? Para entender esto, así como para cambiar nuestro comportamiento, conviene comenzar por indagar un poco en nosotros mismos y tratar de descubrir qué es lo que está pasando y cuáles son los motivos por los que nos comportamos así. Para empezar, veamos los distintos grupos en los que pueden clasificarse estas personas.

a) El grupo relajado

1. La vida es bella

Estas personas tratan de sacar de su mente y olvidar los sentimientos que les produce la tarea que tienen pendiente y centran toda su atención en cosas más agradables, como salir de copas con sus amigos, ver la tele, etc. Se trata de personas con una baja tolerancia a la frustración que buscan el placer constantemente y no quieren hacer nada que les resulte desagradable. Se centran en pasarlo bien y ser felices en todo momento.

2. Primero el placer

Suelen estar preocupadas por satisfacer sus necesidades emocionales, como conseguir amor, amistad, felicidad, etc. y dichas necesidades revolotean continuamente por su cabeza dificultando el trabajo o el estudio, que queda en un segundo plano. Muchos soñadores que jamás llegan a hacer realidad sus sueños porque detestan entrar en detalles entrarían en esta categoría: es bonito construir castillos en el aire pero no lo es tanto ponerse a trabajar para hacer uno de verdad.

3. No vale la pena

Para estos "postergadores felices" la meta final (obtener una licenciatura, por ejemplo) no vale la pena el esfuerzo, sobre todo cuando ven todo el trabajo que tienen por delante como algo desagradable, odioso y aburrido. Aun así, se trata de algo que quieren hacer. Quieren terminar sus estudios, licenciarse y empezar a ganar dinero trabajando. En este caso, está claro que estas personas tienen un problema que solucionar.

4. No me gusta trabajar

Suelen decirse a sí mismos cosas como: "tengo que tener ganas de estudiar antes de empezar", "no puedo soportar aburrirme", "si no me gusta hacer algo no tengo por qué hacerlo", "este trabajo es absolutamente odioso y es imposible encontrar algo agradable en él", "el profesor de matemáticas es odioso y las matemáticas son odiosas y odio las cosas que son odiosas" y, por supuesto, la más famosa de todas: "no me gusta trabajar".

b) El grupo ansioso

Se trata de aquella persona que arrastra un gran estrés y ansiedad relacionados con su trabajo. Posterga las cosas pero se siente culpable, no es capaz de "desconectar" y divertirse y hay un vocecilla constante en su cabeza que le recuerda todo lo que tiene que hacer, le regaña, le atosiga y le grita que es una inepta o una estúpida que no vale para nada. A veces pueden tener todo hecho a tiempo, debido a que el sentimiento de culpa o deber es más poderoso, pero tienen que luchar constantemente contra sus deseos de abandonarlo todo, están siempre estresadas y el sentimiento de culpa es casi una constante en sus vidas, ya que aparece cuando tratan de relajarse y escapar de esos sentimientos desagradables o evitar la tarea.

SEGUNDA PARTE: LOS MOTIVOS PARA POSTERGAR

A. Miedo al éxito

1. Demasiada responsabilidad

Algunas personas temen triunfar y tener éxito. Los motivos pueden ser diferentes. Para algunos el éxito conlleva responsabilidades que no quieren asumir. Puede implicar más trabajo, menos tiempo libre e incluso pueden aparecer temores a convertirse en una persona adicta al trabajo o en un triunfador arrogante y competitivo de quien todos acabarán alejándose. Aquí es importante añadir que esto sólo constituye un problema si de verdad quieres triunfar en algo, ascender, tener un puesto directivo en una empresa, etc., pero al mismo tiempo tus miedos a verte absorbido/a por el trabajo y sin vida propia te lo están impidiendo y te llevan a sabotear tu propio trabajo.

2. No lo merezco

Algunas personas temen al éxito porque en el fondo piensan que no lo merecen o porque se sienten inferiores y poco capacitadas para afrontar una responsabilidad mayor y prefieren quedarse toda la vida en un puesto de menor categoría mientras secretamente envidian a ese compañero que empezó en un puesto similar al suyo y ya ocupa un cargo más importante y con mayor sueldo. Estas personas pueden incluso culpar a sus superiores de favoritismo con ese compañero al que han ascendido y al que llaman "enchufado", cuando la realidad es que han estado mostrando cierta incompetencia en tu trabajo, llegando tarde y postergando tareas precisamente para evitar ser propuesto para ese ascenso.

3. Niños: ser siempre responsable es demasiado

Los niños también pueden temer sacar siempre muy buenas notas porque es posible que los demás esperen que sigan siempre así, de forma que tendrán que dar lo mejor de sí en cada momento y ser siempre responsables. Así, pueden llegar a sentir que esperan demasiado de ellos y un simple aprobado puede verse como una decepción e incluso un fracaso. Los niños pueden verse fácilmente abrumados por esa responsabilidad. Otros pueden temer convertirse en los empollones de la clase y ser rechazados por los demás.

4. El miedo a ser más inteligente que los demás

Algo parecido puede suceder también con los adultos. Algunos temen que si los demás los ven como demasiado competentes, exitosos o inteligentes, pueden sentirse intimidados o inferiores y alejarse de ellos. Puede ser, pero en ese caso son ellos (y no tú) los que tienen un problema de autoestima que deberían solucionar y no tiene sentido que te muestres incompetente sólo para que ellos no se sientan inferiores.

5. Los roles: cosas de hombres, cosas de mujeres

A veces puede suceder también que una persona tema triunfar en una tarea que se considera típica del otro sexo por temor a ser considerados poco femeninos (en el caso de las mujeres) o poco masculinos (en el caso de los hombres).

Piensa que con este comportamiento lo único que se consigue es perpetuar los roles atribuidos al sexo y coartar así la libertad de las personas para elegir libremente en función de sus gustos y no en función de lo que se espera de ellos por pertenecer a un sexo u otro.

B. El miedo al fracaso

1. Cuando todo tiene que se perfecto

Suele tratarse de personas muy perfeccionistas que tienen miedo de no estar a la altura, de no tener la habilidad o conocimientos suficientes, de no hacer todo como es debido. Piensan que su valor como personas dependen de lo que hagan y de cómo lo hagan. Si no lo hacen todo perfecto, su autoestima se viene abajo. Suelen establecer metas muy elevadas, y esto puede llevarlos a sentirse abrumados y sobrecargados de trabajo. Se exigen ser tan competentes que no es extraño que acaben considerándose incompetentes y temiendo un fracaso que tratan de evitar postergando la tarea todo lo posible.

2. Sentimientos de inferioridad

La persona que es demasiado crítica consigo misma y que se siente inferior a los demás y menos capacitada que ellos, puede evitar hacer muchas cosas que pongan a prueba su valía personal. De antemano piensan que lo harán mal y para evitar esa decepción y el sentimiento de fracaso, prefieren posponer indefinidamente una tarea: "ya pediré ese ascenso más adelante, cuando esté más preparado", pero pasa el tiempo y nunca parece sentirse lo bastante preparado.

C. Los oposicionistas: "No puedes obligarme"

Un tercer grupo de personas tiende a posponer sus obligaciones como una forma de tener el control o de resistirse a ser controlados por otros. Piensan algo parecido a esto: "todo el mundo debe ser amable conmigo y hacer lo que yo quiero que hagan y si no, tengo todo el derecho a enfurecerme y odiarlos y negarme a hacer cualquier cosa que me pidan" (incluidos padres, profesores o jefes). Sin embargo, todo el mundo tiene que hacer, en mayor o menor medida cosas que desearían no hacer. Algunos aceptan la realidad y otros adoptan una actitud pasivo-agresiva y postergan sus tareas para fastidiar a otros o para demostrarles que no tienen ningún control sobre ellos. Se trata de personas que, como norma, tienden a negarse a hacer cualquier cosa que les digan porque lo perciben como un atentado contra su libertad personal y no como una serie de obligaciones que todo el mundo tiene que realizar. Si pasas demasiado tiempo ocupado en demostrar a los demás que eres libre y tienes el control puedes estar frustrando también tus propios deseos y perjudicándote a ti mismo/a.

D. Los que tienen "sus motivos"

Un cuarto grupo estaría formado por aquellas personas que lo que pretenden con este comportamiento es mantenerse cerca de alguien que necesitan o bien todo lo contrario: mantener alejado a alguien. Quienes establecen una relación de dependencia, pueden ir postergando sus tareas para que sea su pareja quien al final se encargue de hacerlo al considerarlo incompetente para ciertas cosas (como realizar tareas domésticas). Cuando hay problemas en la relación también puede usarse como una manera de fastidiar al otro.

TERCERA PARTE: ¿CÓMO SOLUCIONAR ESTE PROBLEMA?

1. El grupo relajado

Los que entran dentro del grupo relajado no suelen tener mucha intención de cambiar. Prefieren divertirse y cerrar los ojos ante la realidad, por lo que difícilmente reconocen que tienen un problema hasta que sucede algo grave en sus vidas que los enfrenta con la realidad de golpe y les abre los ojos. Es decir, pueden necesitar entrar en una crisis profunda antes de empezar a cambiar.

Entonces ¿cómo darse cuenta?

En primer lugar, observa tu vida en sus diversas áreas: trabajo, relaciones, etc. y céntrate en todas esas cosas que tienes pendientes y a las que no les estás dando importancia alguna. ¿Se trata, efectivamente, de cosas sin importancia? ¿Cuáles son los argumentos a los que recurres para posponer esas tareas? ¿Son válidos o son sólo excusas? Ten presente que a veces es más fácil engañarse a uno mismo que engañar a los demás. Pregúntales su opinión acerca de tu comportamiento; tal vez tengan algo importante que decirte. Observa también tu propia conducta.

¿Cuáles son las formas más comunes de evitar hacer esas tareas desagradables?

1. Hacer algo que no es prioritario, como ver la tele, dormir, jugar, ir de compras. Estas actividades desvían la atención del trabajo y ayudan a olvidar las tareas pendientes.

2. Excusas, excusas... "Lo haré mañana", "trabajo mejor de noche", "me iré ahora de compras, así podré estudiar toda la tarde", "los llamaré cuando tenga claro qué decirles", "aunque lo intente no lo voy a lograr, así que ¿para qué molestarse?", "me duele la cabeza", "yo no he nacido para trabajar", "este documental es muy interesante; estoy aprendiendo, no perdiendo el tiempo". Por supuesto, todo el mundo las usa alguna vez, pero si las utilizas demasiado es posible que tengas un problema que te está haciendo llevar una vida insatisfactoria porque tú mismo/a saboteas todo aquello que te gustaría.

3. Tomar drogas, escuchar música, leer novelas, ligar, ir de copas, beber, hacer deporte, afiliarse a un grupo o asociación y, en definitiva, cualquier cosa que se haga en vez de las obligaciones más importantes y no después. Las drogas y el alcohol son siempre el modo más peligroso de evitar enfrentarse a una realidad considerada desagradable.

¿Quién ha dicho que todo tiene que ser maravilloso?

Como hemos visto, la característica principal de estas personas es que les resulta muy difícil soportar las cosas desagradables y tienden a huir de ellas. Por tanto, es precisamente por ahí por donde hay que empezar si se desea cambiar. Saca de tu cabeza la idea de que todo tiene que ser agradable y maravilloso. Esa actitud de búsqueda constante de placer no sólo es narcisista y egoísta sino que además es poco realista y te está perjudicando. Gastarás menos energía y te sentirás mejor si simplemente aceptas que en esta vida hay que hacer a veces cosas desagradables, queramos o no. No obstante, también estás en tu derecho a ser un poco hedonista y organizar tu vida del modo más cómodo posible, siempre y cuando esa conducta no te esté perjudicando y no te estés engañando. No tienes que transformarte en una persona sufridora; no estamos en este mundo para sufrir, pero tampoco para vivir como dioses, sino simplemente para vivir, lo cual supone más bien un estado intermedio.

Lo que puedes hacer

1. No transformes un grano de arena en una montaña. No veas los pequeños fastidios como cosas horribles. Tan sólo son tareas incómodas que tienes que hacer. La mejor manera de evitarlas es haciéndolas lo antes posible.

2. Presta atención a esas excusas mentales y échalas abajo. Discute contigo mismo/a y trata de quedarte sin argumentos o excusas para no hacer algo.

3. Si te molestas en buscar, cualquier cosa puede tener su lado agradable. Usa tu imaginación y trata de darle la vuelta a las cosas de forma que quede al descubierto su lado positivo.

4. Párate a pensar qué es lo que realmente quieres conseguir; haz planes realistas y vigila cualquier conducta de postergación de tareas que vaya contra esos planes. No sabotees tu propia vida.

5. No pienses; simplemente empieza. Desconecta tu cerebro, siéntate, coge el libro de estudios y lee la primar línea.

2. El grupo ansioso

No es aconsejable forzar a estas personas a organizarse, perseverar, intentarlo con más fuerza o castigarlos. La cantidad de presión y ansiedad que soportan con su autocrítica y culpabilidad constantes es ya bastante grande como para añadir más leña al fuego. ¿Qué se puede hacer?

1. En el caso del miedo al fracaso es importante darse cuenta de que el valor de una persona no está en función de cómo hagamos un trabajo determinado o las notas en un examen. Lo que hacemos y lo que somos son cosas diferentes. Cuando fracases en algo no pienses "soy un fracaso", sino "he fracasado en esto", con lo cual no estarás poniendo en entredicho tu valor como persona a nivel general. Procura tener planes de éxito alternativos. Si algo no te sale de una manera intenta hacerlo de otra distinta. Vigila tus pensamientos. Puede que te descubras pensando cosas como estas: "si fracaso será horrible", "no podré soportarlo". Trata de cambiar tu pensamiento por otro más constructivo como: "si fracaso ahora ya lo haré mejor la próxima vez".

2. Conoce lo mejor posible tu forma de evitar las tareas. Puedes utilizar un diario donde anotes las excusas que utilizas, tus pensamientos y tus sentimientos. Tener una información adecuada sobre la naturaleza de tu problema te ayudará a crear estrategias para superarlo.

3. Si entras dentro del grupo de los perfeccionistas, deja de vivir en el futuro. O estás haciendo un trabajo que te resulta desagradable o te estás sintiendo culpable por no trabajar. El trabajo te resulta cada vez más horrible, lo pospones, te sientes culpable, se te acumula y eso lo hace más horrible. Deja de darle vueltas. Haz un plan de trabajo, elige una tarea y empieza. No piense en que tienes que hacerlo, ni en cómo ni en que tiene que estar perfecto. Simplemente ponte en marcha y recuerda que para hacer un trabajo no tienes que leer toda la información que existe sobre el tema. Busca tiempo para divertirte y relajarte y durante ese tiempo prohíbete pensar en el trabajo.

4. Acostúmbrate a tener un pensamiento destinado a la solución de problemas. En vez de decirte a ti mismo/a que eres un desastre o que eres idiota, pregúntate qué puedes hacer para perdonarte por haber cometido un error.

5. Puede venirte bien hacer horarios donde incluyas tanto el trabajo como el ocio. Recuerda que la persona que nunca se divierte es menos productiva. Convierte la diversión en una obligación y no el trabajo.

6. Aprende a empezar. Si eres un estudiante ensáyalo varias veces al día, empezando tantos periodos de 15 ó 30 minutos como puedas. El objetivo es transformar en un hábito el hecho de empezar.

7. Cambia tu forma de pensar: piensa "me gustaría..." en vez de "tengo que..."; "cuando pueda empezaré..." en vez de "tengo que acabar..."; "es importante divertirse un rato" en vez de "nunca tengo tiempo para divertirme"; tendré mayor oportunidad de éxito si..." en vez de "voy a fracasar"; "intentaré hacerlo bien" en vez de "debo hacerlo perfecto"; "la vida y el trabajo pueden ser divertidos" en vez de "la vida y el trabajo son un asco".

Otras tácticas

  • Establece prioridades. Elimina las tareas que no tienes intención de hacer nunca.
  • Crea metas realistas.
  • Divide los trabajos largos en partes pequeñas y concéntrate sólo en una cada vez.
  • Modifica tu ambiente: elimina o minimiza el ruido y los elementos distractores. Ten a mano todo lo que vas a necesitar (no sea que vayas a por un lápiz y te "pierdas" por el camino).
  • Haz que tu tarea tenga sentido.
  • Estima el tiempo que necesitas para hacer algo y multiplícalo por dos.