Autora: Ana Muñoz


Ciertas sustancias naturales pueden ayudar a proteger el cerebro y mejorar su funcionamiento.

1. Ácidos grasos omega-3. Este ácido graso es un componente esencial de las membranas celulares y tiene propiedades antiinflamatorias. Sobre todo los tipos EPA y DHA pueden mejorar el funcionamiento cerebral fortaleciendo la capa de mielina, que cubre los nervios y facilita el impulso nervioso.

2. Ginkgo biloba. Se usa en casos de enfermedad de Alzheimer y problemas de memoria. Estimula el suministro de oxígeno al cerebro. No deben tomarse más de 120 mg al día y no debe tomarse junto con anticoagulantes.

3. Acetil-L-Carnitina. Ayuda a producir energía en las células y es un potente antioxidante. Sus niveles disminuyen con la edad. Se usa también para retrasar la progresión de la enfermedad de Alzheimer.

4. Coenzima Q10. Activa enzimas que intervienen en la producción de energía en las células. Como antioxidante, ayuda a neutralizar los radicales libres.

5. Fosfatidilserina. Es un componente de las membranas celulares, que se concentra principalmente en el cerebro. Ayuda en la transmisión del impulso nervioso. También mantiene la fluidez de las membranas celulares, lo cual es esencial para recibir y liberar neurotransmisores y llevar nutrientes la célula. Ayuda a mejorar la memoria y capacidad cognitiva.

6. N-acetil-L-cisteína. Es un antioxidante, precursor de otro antioxidante, el glutation, que ayuda a desintoxicar el hígado. Sus niveles pueden disminuir con la edad, lo cual podría llevar a un estrés oxidativo en el cerebro.

7. Vitaminas B12, D y E. La vitamina B12 juega un papel importante en la producción de glóbulos rojos y en la capa de mielina de las células nerviosas. La vitamina D actúa como antioxidante previniendo el daño por radicales libres en los glóbulos rojos. La vitamina E es un antioxidante que hace más lenta la progresión de la enfermedad de Alzheimer.

8. Ácido alfa lipoico. Está también implicado en la producción de energía y es un antioxidante. Puede contribuir al reciclar otros importantes antioxidantes. Ayuda a mitigar el daño mitocondrial causado por la edad.

Alimentos que pueden perjudicar el funcionamiento del cerebro

Son muchas las investigaciones realizadas para conocer la influencia de la alimentación sobre el cerebro y determinadas enfermedades. Algunos de los resultados se presentaron en la reunión anual de 2012 de la Society for Neuroscience. Entre los descubrimientos más interesantes están los siguientes:

- Obesidad. La obesidad parece afectar a la función cognitiva, de manera que un obeso necesita un mayor esfuerzo para completar una tarea compleja de toma de decisiones.

- Saltarse el desayuno. Cuando una persona se salta el desayuno, se activa la parte del cerebro encargada de la búsqueda del placer al ver imágenes de alimentos ricos en calorías. Es decir, hay un mayor deseo de este tipo de alimentos. Saltarse el desayuno también hace que se coma más en el almuerzo.

- Azúcar y grasa

Una dieta con un alto contenido de azúcar puede afectar los receptores de insulina en el cerebro y entorpecer el aprendizaje espacial y las habilidades de memoria en estudios realizados con animales.

El consumo excesivo de alimentos ricos en grasa y azúcar altera los receptores cerebrales para los opiáceos en un área del cerebro que controla la ingesta de comida. Ciertos opiáceos existen de manera natural en el cerebro y producen sentimientos de placer y euforia. Los alimentos ricos en grasa y azúcar aumentan estos receptores en el cerebro, dando lugar a un deseo de consumir más alimentos de este tipo. Por tanto, puede decirse que son adictivos.

Las personas con dietas ricas en omega-3 y vitaminas C, D, E y las vitaminas del grupo B, puntúan más alto en test que valúan el pensamiento y tienen menos probabilidades de desarrollar Alzheimer. En cambio, las personas con dietas ricas en grasas trans obtienen puntuaciones más bajas en test de pensamiento y memoria y tienen más probabilidades de desarrollar Alzheimer.

En definitiva, más vale tener cuidado con lo que comemos, porque puede afectar a nuestro cerebro, estado de ánimo, función cognitiva, salud y, en definitiva, a gran parte de lo que somos.