Autora: Ana Muñoz


Antonio es un niño de 10 años que se muestra con frecuencia irritable y suele tener rabietas a menudo. A la menor provocación empieza a llorar, rompe o arroja objetos y grita. Tiene problemas de concentración en clase y se distrae con facilidad. Sus compañeros empiezan a rechazarlo cada vez más, de manera que está sólo en los recreos. Cuando está en su casa, pasa la mayor parte del tiempo en su habitación viendo la tele. Últimamente tiene problemas para dormir y ha engordado debido a que picotea con frecuencia. Una visita al psicólogo descarta que Antonio tenga un trastorno de déficit de atención con hiperactividad o un trastorno de aprendizaje. En realidad es un niño muy infeliz, con sentimientos de desesperanza y sensación de poca valía personal. Es decir, está deprimido.

La depresión es un trastorno que suele iniciarse en la infancia o la adolescencia y que tiene un curso crónico o recurrente, llegando hasta la edad adulta. En las últimas décadas ha habido un aumento en las cifras de depresión infantil.

La depresión se define del mismo modo para niños y adultos. Sin embargo, como vemos en el ejemplo anterior, en los niños es más frecuente el estado de ánimo irritable que el estado de ánimo triste y decaído que solemos ver en los adultos.

Los niños más jóvenes, como los preescolares o preadolescentes, no suelen manifestar que se sienten tristes o desesperanzados aunque sí suelen tener una apariencia deprimida. Por el contario, en ellos es más frecuente que tengan quejas de síntomas físicos, que resultan exageradas o injustificadas. Los niños más jóvenes muestran también más irritabilidad, apatía, desinterés y falta de cooperación. Con la edad, la apariencia deprimida, las quejas somáticas y la baja autoestima suelen disminuir, mientras que aumentan síntomas como incapacidad para experimentar placer y retardo psicomotor. Los adultos tienen también menos sentimientos de culpa que los niños, se despiertan demasiado temprano en mayor medida que los niños y pierden más peso.

Al igual que en los adultos, la depresión en la infancia incluye a veces síntomas psicóticos, como alucinaciones o delirios. Estos síntomas se dan con mayor frecuencia en niños que en adultos.

Las ideas de suicidio pueden darse en un 60% de los niños y adolescentes. Los intentos de suicidio también pueden tener lugar, y se dan con una frecuencia mayor que entre los adultos.

Otro síntoma que se ve con frecuencia en niños y adolescentes deprimidos es la retirada social. También es frecuente en chicas adolescentes deprimidas padecer malestar relacionado con su aspecto físico.

¿Por qué se produce la depresión?

En el origen de la depresión intervienen factores de diverso tipo, como biológicos, cognitivos, interpersonales, familiares y acontecimientos estresantes. Durante la infancia, las experiencias en el ámbito familiar moldean una forma de pensar sobre nosotros mismos, los demás, las circunstancias y el futuro. Por ejemplo, los niños que viven en familias que los rechazan o son insensibles se ven a sí mismos como incompetentes y sin valor, ven a los demás como hostiles o despreciativos, y ven las relaciones con los demás como impredecibles o aversivas.

Esta forma de pensar negativa y las relaciones disfuncionales impiden que se desarrollen correctamente las habilidades para regular las propias emociones y conductas.

Todo esto puede provocar directamente una depresión o puede dar lugar a que la persona se comporte de un modo disfuncional en sus relaciones con los demás, que dé lugar a rechazo, aislamiento o conflicto, lo cual a su vez desencadena la depresión.

Además, esta forma de pensar negativa y las pobres relaciones interpersonales puede aumentar la vulnerabilidad a la depresión cuando tienen que afrontar niveles altos de estrés.

Una vez desarrollada la depresión, ésta a su vez perturba los vínculos sociales, induce más estrés, mina las competencias o capacidades que pueda tener el niño y reafirma las opiniones negativas que tiene de sí mismo y del mundo.

Depresión mayor y distimia. Criterios diagnósticos

Para diagnosticar la depresión se usan los mismos criterios diagnósticos en niños y adultos.

- Trastorno depresivo mayor

El trastorno depresivo mayor se caracteriza, en niños y adultos, por 5 o más de los siguientes síntomas, los cuales deben darse casi cada día o todos los días y han estado presentes al menos durante dos semanas. Uno de los síntomas debe ser el primero o el segundo de los descritos a continuación:

  • Estado de ánimo deprimido (sentimientos de tristeza y vacío) la mayor parte del día. En los niños puede ser un estado de ánimo irritable en vez de deprimido.
  • Marcado desinterés o disminución del placer al realizar casi todas las actividades diarias.
  • Ganancia o pérdida de peso significativa (sin estar haciendo dieta) o apetito aumentado o disminuido.
  • Insomnio o hipersomnia.
  • Retardo o agitación psicomotora.
  • Fatiga o pérdida de energía.
  • Sentimiento de no valer nada o de culpa.
  • Problemas para pensar o concentrarse, o indecisión.
  • Pensamientos recurrentes de muerte, ideas de suicidio sin tener un plan específico, o con un plan específico, intentos de suicidio.

- Trastorno distímico

El trastorno distímico se caracteriza, en niños y adultos, por:

1. Un estado de ánimo deprimido (sentimientos de tristeza y vacío) la mayor parte del día y la mayoría de los días, durante al menos dos años. En los niños puede ser un estado de ánimo irritable en vez de deprimido, y la duración debe ser de al menos un año.

2. Presencia, mientras está deprimido, de dos (o más) de los siguientes síntomas:

  • Pérdida o aumento de apetito
  • Insomnio o hipersomnia
  • Falta de energía o fatiga
  • Baja autoestima
  • Dificultades para concentrarse o para tomar decisiones
  • Sentimientos de desesperanza

Trastornos asociados

Los niños deprimidos tienen más probabilidades de tener también un trastorno de ansiedad de separación, mientras que los adolescentes tienen más probabilidades de tener un trastorno de la alimentación o abuso de sustancias. También son frecuentes otros trastornos de ansiedad (como ansiedad generalizada, trastorno obsesivo compulsivo o fobias severas), abuso de sustancias y trastorno de déficit de atención con hiperactividad. Es bastante frecuente que aparezca síntomas de ansiedad y depresión simultáneamente, sobre todo en los niños más jóvenes. En muchos casos es posible que primero haya aparecido el trastorno de ansiedad y después la depresión, como consecuencia del primero. También puede coexistir la depresión con un trastorno disocial o un trastorno negativista desafiante.

Edad de aparición

La edad más frecuente de aparición de la depresión es a mitad o al final de la adolescencia. En los niños más pequeños la depresión es rara, pero empieza a aumentar en los niños en edad escolar. En general, la edad media para la aparición de un trastorno depresivo mayor es de 14 años y la edad media para la aparición de un trastorno distímico es de 11 años. La aparición temprana suele predecir un trastorno depresivo más severo en la edad adulta.

Duración

El trastorno depresivo mayor en niños suele durar entre 7 y 9 meses, al igual que en los adultos. El trastorno distímico en niños, debe durar, por definición, al menos un año, siendo la duración media de unos 4 años. El 70 % de los niños con trastorno distímico desarrolla un trastorno depresivo mayor, por lo general unos 2 ó 3 años después del inicio de trastorno distímico.

Recurrencia

La depresión es un trastorno crónico o recurrente. El 40 % vuelve a padecer una depresión mayor en 2 años, y el 80 % en un periodo de 5 a 7 años.

Tratamiento

Dado el alto riesgo de cronicidad de este trastorno es importante llevar a cabo una psicoterapia que enseñe a estos niños a manejar adecuadamente sus estados de ánimo y los acontecimientos estresantes en sus vidas, así como a usar un patrón de pensamiento que los ayude a interpretar la realidad de un modo constructivo.

Como suele ser habitual en los trastornos en niños, es posible que toda la familia necesite la ayuda de un psicólogo para aprender a relacionarse de un modo positivo.

Bibliografía: Child Psychopathology. Eric J. Mash, Russell A. Barkley. The gilford Press.