Autora: Ana Muñoz


La iridología es un método de diagnóstico de síntomas y enfermedades mediante la observación del iris del paciente. Es un buen complemento de otros sistemas diagnósticos convencionales.

El arte de determinar el estado de salud a través del aspecto de los ojos se remonta a tiempos muy antiguos, ya que fue una práctica conocida entre los caldeos, quienes se basaban en principios astrológicos.

El descubrimiento de la iridología se atribuye al médico húngaro Ignatz von Peczely, nacido en 1826. Von Peczely fue acusado de falso curandero por las autoridades médicas, pero al describir muchas de las enfermedades padecidas por su acusador simplemente observando sus ojos, éste no tuvo más remedio que retirar la denuncia de fraude.

Constituciones del iris

La iridología establece una clasificación de los iris según su color y características. Existen tres grandes grupos que son:

1) la constitución linfática, que se corresponde con los iris de color azul.

2) la constitución hematógena o iris marrones.

3) la constitución mixta o iris de color mixto.

Cada una de estas constituciones está dividida en subtipos. Por ejemplo, la constitución hematógena, formada por iris que van desde el avellana hasta el marrón oscuro o negro, se subdivide en hematógeno puro y hematógeno tetánico larvado. En el primero, la predisposición básica es hacia los desórdenes glandulares, incluyendo el sistema linfático y cierta predisposición a las transformaciones malignas.

El subtipo tetánico larvado presenta numerosos anillos en los dos tercios exteriores del iris, que denotan una tendencia espástica, mayor probabilidad de padecer alteraciones tiroideas, problemas psíquicos, epilepsia y numerosos problemas espásticos en diversas zonas del cuerpo. Estas personas suelen sentirse tensas y estresadas y su actividad neurovegetativa tiende al exceso. (Estos anillos nerviosos pueden aparecen también en los otros grupos).

Zonas y mapas del iris

El iris se dibuja como si fuera la esfera de un reloj y se subdivide en varios anillos o zonas, cada uno relacionado con un área específica del organismo.

Las cartas irídicas son incompletas y muchos sectores necesitan todavía una comprobación, de modo que no puede saberse con precisión en qué zona está localizado un signo.

Por ejemplo, si localizamos un signo de enfermedad en la zona que representa la vejiga urinaria, podría tratarse de un signo genital o de la parte baja de la columna, que son las zonas adyacentes. Las zonas son las siguientes:

Zona pupilar. Hace referencia al reborde de la pupila. Presenta una relación nerviosa directa con las estructuras superiores del cerebro y por ello representa el flujo general nervioso del individuo. En casos de ansiedad, angustia, somatizaciones, etc. el reborde pupilar adquiere un tono rojizo.

Inmediatamente por fuera del reborde pupilar se encuentra la zona correspondiente al estómago.

Después la zona intestinal, formada por el tercer gran anillo.

La siguiente es la zona neuroendocrina, que se subdivide en las zonas de las diferentes glándulas. Así, en esta esfera de reloj imaginaria, la hipófisis se encuentra a las 12, la paratiroides a las 3, ovario y testículo entre las 4 y las 5, el páncreas a las 7, etc.

Después se sitúa la zona parenquimatosa. Las alteraciones de esta zona indican alteraciones de las estructura celular fundamental de los órganos (por ejemplo, para el hígado sería el hepatocito o célula hepática).

Después aparece la zona linfática. Muestra la circulación en los grandes troncos venosos y a medida que alcanzamos su periferia, representa la circulación de vasos cada vez más pequeños, hasta llegar a la zona cutánea, donde representa la circulación capilar.

En cada una de estas zonas pueden aparecer diversos signos que indican al iridiólogo la existencia de una alteración. Por ejemplo, lagunas, criptas, rayos solares, manchas, etc.